miércoles, 30 de noviembre de 2011

LOS TAPICES



EL TAPIZ
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Cometer deslices
respecto a tapices...

El viejo matrimonio de ricachones americanos recorría los amplios salones del viejo castillo europeo, centroeuropeo para ser más exactos, eligiendo los tapices con que cubrirían los muros que restaban desnudos del castillo inglés que compraran hacía dos años, transportado piedra a piedra hasta su nuevo emplazamiento en Ohio, de donde eran oriundos. Caído en desgracia a causa del juego, era el mismo propietario del castro quien hacía las veces de cicerone e intermediario en la venta. Estaba a la venta todo el mobiliario y el mismo castillo. Esperaba que el producto de lo vendido a aquellos podridos de dinero le diese lo suficiente para cubrir la totalidad de las deudas de juego contraídas hasta el momento presente.

Los americanos deambulaban, ora adelantándose, ora rezagados, entusiasmados en sus descubrimientos ante la apatía del propietario, paciente y calmo.

-¡Éste!... ¡Este es el que más me gusta! -oyó a la señora decir mientras señalaba hacia un rincón del salón que visitaban. Miró hacia ellos mientras su esposo asentía en señal de aprobación, y quedó perplejo. ¿A qué se referirían?... Aquel ángulo del salón, en lo que podía recordar, estaba completamente vacío. Movido por la curiosidad se acercó, mientras el opulento hombre de negocios americano confirmaba el buen gusto de su esposa:

-Sí, también a mí me gusta mucho este tapiz. Es muy original.

Cuál no sería la sorpresa del noble cuando al llegar donde éstos se encontraban coligió la naturaleza verdadera del referido tapiz: una enorme, polvorienta y deshilachada telaraña centenaria.
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Obra de José Ruiz DelAmor
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ERA


ERA
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Érase una vez que se era una era.
La era era una era del erario público.
Y era una era que era para aventar lo que era procedente de la era.
Lo que era, era.
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Obra de José Ruiz DelAmor
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martes, 22 de noviembre de 2011

LITERATURA DE RETRETE

LITERATURA DE RETRETE

Caga feliz,
caga contento,
pero ¡coño...,
caga dentro!

(Recriminación de W.C.)

¿Nunca han entrado en el váter de un bar, biblioteca (aquí sí tienen verdadera razón de existir), urinario público, etcétera... y se han entretenido leyendo las leyendas escritas, generalmente, a bolígrafo (extraño sería verlas escritas a dedo, lo cual diría poco en favor del aseo personal del autor) en la jamba interior de la puerta, en los rebordes del marco y sobre el yeso de la pared o en los manises claros...? Yo sí, y entre ellos háylas de una exquisitez excelsa -ya que no exquisita- y un carácter literario innovador. En fin, que disfruto como un burro en un patatal cuando descubro estos textos de apresurados literatos y hallo novedades sobre los ya leídos anteriormente por uno.

Bien conocido es el axioma matemático sobre el amor:

El amor es elevar el miembro a la máxima potencia,
encerrándolo entre paréntesis,
sacándole el factor común
y reduciéndolo a la mínima expresión.

El amor a las Ciencias Económicas también encuentra su propia definición en estas malévolas páginas:

El amor es un negocio redondo:
Se mete más que se saca.

Hasta el Derecho Político halla su propio apartado:

El amor es una verdadera democracia
porque disfruta tanto el de arriba
como el de abajo.

Los grandes filósofos griegos también hallan cabida en la literatura de retrete de gusto más refinado:

Lo demostró Aristóteles,
lo confirmó Platón:
la última gota siempre
cae en el pantalón.

Algunas de las leyendas hacen gala de un muy fino sentido del humor:

¿Hace calor, verdad?

Reivindicaciones vetustas del movimiento hippy:

La hierba no se pisa,
¡se fuma!

Tendencias sindicales:

El día que la mierda
tenga algún valor,
los pobres dejarán de cagar.

Machismo recalcitrante:

Si cagas sentao
eres un cabrón domao.

Hay pintadas de un gusto más que dudoso:

¡Follar a las enfermeras y limpiadoras!

Aun cuando se enmascaren de poesía insultante:

Con tu madre y con tu hermana,
mejor en la cama.

Extrañas:

El pobre de Sabina
perdió la metralleta;
al no tener pilila,
dispara con las tetas.

Con apariencia de declaración amorosa:

Aunque seas rubia y pecosa,
eso no me importa,
porque para mí,
siempre serás la más hermosa.

Consejos sobre el modus operandi del lugar en que te encuentras:

Caga tranquilo,
caga contento,
pero ¡capullo!
caga dentro.

Exaltaciones en renovadas salomas marineras:

Si tu fueras barco,
yo me metería a pirata
para descubrir el tesoro
que tienes entre las patas.

Incluso más belicosas:

Si tu chucho fuera un barco
y mi picha un cañón,
armaríamos la guerra
de la China y el Japón.

Retos circenses de gran altura (y a tal altura escritos):

Quien quiera ser titiritero
que llegue con la polla a este letrero.

Supuestos biológicos:

Si el coño tuviera dientes,
como tiene fortaleza,
a la polla más valiente
le cortaría la cabeza.

Más leyendas urbanas informátivas:

Aquí se caga,
aquí se mea...
y el que tiene ganas
se la menea.

Pero dado que el presente meódromo no posee más sentencias literarias de interés, es tiempo ya de abandonar el culto recinto, sin olvidar limpiarse pulcramente el trasero y tirar de la cadena para que la catarata del embalse superior arrastre a las profundidades del subsuelo urbano nuestras intimidades más execrables.
Aunque, lamentablemente, las leyendas se repiten con demasiado exceso, tarde o temprano acaba uno por descubrir alguna nueva joya literaria de factura breve de anónimo autor en algún cagadero visitado, engrandeciéndose así poco a poco la preciosa literatura de W.C.
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Obra de José Ruiz DelAmor
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