miércoles, 27 de julio de 2011

HISTORIA DE UN CRIMEN SANGRIENTO

HISTORIA DE UN CRIMEN SANGRIENTO

(...)

En resumidas cuentas, el asesino fue el mayordomo.

*
Obra de José Ruiz DelAmor
Microrrelato presentado al II Certamen Literario “Relatos Sin Entrañas”

Puede descargarse el documento con todos los relatos presentados
http://www.megaupload.com/?d=OLLTCM3Q
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***
*

EL DESCARRILAMIENTO

EL DESCARRILAMIENTO

Atraviesa el corazón del cerro
sobre largos patines de hierro.

El tren.
(Adivinanza)

Aquella mañana, de tempranera sonó la albolada del campanario, de todas las iglesias
de la villa, saludando a la fiesta solemne; era Pascua Florida. El sol chorreaba de luz los
muros calinos mates de las vetustas casejas del pueblo, alzamientos de persianas en
invitación; los pardales piaban alegres saltando sobre el flequillo de los tejados,
bostezos primeros del día; las hojas se sacuden las lágrimas derramadas por el relente de
la noche, llanto de parto del nuevo amanecer… Un día como otro cualquiera. El día de
San Sebastián, día de la mona de Pascua u hornazo: un huevo duro centrado, plantado
sobre una torta de harina cocida endulcorada… Un día.
En este día, casi todos los habitantes del pueblo salen en grupos vecinales, más o
menos numerosos, diseminándose por los contornos montuosos más próximos como
una plaga nubosa de langostas. Salen de gira. La Peñarrubia y el Túnel –férreo- son los
lugares más usualmente celebrados. A estos lugares, nosotros, mi familia, todos los años
vamos.
En las cestas reposan las monas de Pascua. Los niños reposamos un poco, antes de
comenzar la expedición concienzuda del terreno, pues el azagón de 3 kms. así lo
aconseja por mandato de nuestros padres. Ya listos todos los chicos del asentamiento
interino, puestos de acuerdo, partimos siguiendo el curso del río. Chistes y canciones
hacen ameno el camino desparejo, incómodo y abrupto.
A lo lejos, el puente de hierro se espatarra sobre el lecho del río, apoyando sus pies
en ambas riberas del río Argos, el los mil ojos, que dicen las leyendas griegas que era el
vigilante olímpico. Hasta él nos llegaremos si el tiempo no lo impide.
Agarbanzados los brotes de albaricoque, los almendros en granazón. Los ababoles
surtían entre las hierbas de los bancales. Hacia la parte del monte que lame al río, un
almendreral donde crecen la alhábega y la alhucema en profusa cantidad nos dirigimos
resueltamente.
El Puente de Hierro está sobre nosotros. Nos encarruchamos a lo alto del monte,
sabiendo que su corazón está hueco, perforado por el túnel del tren…, por el que pasa el
tren. Arriba se ve a flor de tierra un yacimiento mineral muy escaso; sólo dos conocidos,
aquí, en Cehegín, y otro en el Canadá. Este es escaso en mineral y de belleza no
destacable, pero junto a la carretera de Cehegín a Caravaca, o viceversa –en realidad la
carretera cruza, parte al yacimiento por el medio-, se encuentra otro de gran perfección
en los cristales únicos de este raro mineral del cual silenciaré el nombre.
Abocada la Peña Rubia hacia el ferrocarril, saludaba su paso con vibraciones
menudas de sus rocas de duro granito más sueltas. Sembrada la ladera de
desprendimientos.
Y merendamos. Y luego, los niños buscamos alacraneras levantando las piedras, y
víboras, y lo que fuera. Niños, ni se os ocurra acercaros al túnel, y no os vayáis muy
lejos. Sin decirlo, sabíamos que en caso de no obedecer entraría en juego el manejo
hábil materno de la zapatilla.
Vamos por aquí, dando una rodea, que no nos verá nadie. Nos la vamos a cargar.
Quien no venga, que sea un rajao, por lo menos que no vaya a tener la mala leche de
chivarse a nuestras madres encima.
Y enfrente teníamos la boca oscura del largo –para nosotros- túnel, con un diminuto
punto de luz blanca al fondo, remoto. Fue mi primera prueba de valor. Se asemejaba a
un gran alcabor sin horno, por lo negro y tiznado de su corazón. Nos asomamos al
boterno, al boquerón del túnel, sin atrevernos a penetrar en su penumbra, no por miedo
a la oscuridad reinante, sino por el respeto de obediencia hacia nuestras madres. Pero
las reglas se hicieron para romperse –hecha la ley, hecha la trampa-, y al poco nos
encontrábamos caminando en equilibrio por encima de los ráiles (aún no es hora de que
pase ningún tren, qué nos puede pasar) viendo cómo la boca de luz a unos 300 metros o
así se agrandaba paulatinamente, primero imperceptible y luego de manera evidente,
hasta que abocamos a la salida o entrada o puesta, según se mire. Recorrimos varias
veces el trayecto del túnel intentando vislumbrar en las escasas posibilidades un medio
de esparcimiento. Los huecos abiertos en las paredes para la salvaguardia de las
personas a las que les pillara el tren mientras estaban cruzando a través de él, con su
funerario aspecto y velado negror, causaban temor y desasosiego en nuestras
desamparadas cabezas.
No recuerdo de quién partió la idea; igual pude ser yo mismamente. Por qué no
ponemos un montón de piedras en medio de la vía para que descarrile el siguiente tren
que venga… Ni cómo fue secundada la criminal ocurrencia. No podemos hacer eso,
sería un asesinato. Y a sangre fría. Sí, y de mucha gente. Nadie se va a enterar. Es un
disparate, tú. Quien no tenga redaños que lo diga y se vaya… Tú estás loco. Quién se va
a enterar de lo que hagamos.
Insultos de parte de quien desea perpetrar el acto, justificaciones de moral para quien
se ve tachado de cobarde…
Se haría. Elegimos una piedra de tamaño algo mayor que uno de nuestros puños. Tan
pequeña, pasará totalmente desapercibida. La colocamos sobre uno de los rieles de la
vía, la cubrimos con un puñado de broza como llegada allí debido al arrastre del viento
para que no fuese vista la roca por el maquinista de la locomotora –toda precaución era
poca-, y nos volvimos con nuestros familiares. Dónde habéis estado; seguro que han ido
al túnel de la vía. A saber qué habrán hecho de malo estos belitres del demonio.
Una hora más tarde ya estábamos todos los grupos familiares campestres en camino
de regreso al pueblo, hacia Cehegín. Entonces se escuchó el pitido del tren que
habíamos estado esperando oír en el corazón de nuesrtas conciencias culpables, el tren
de las seis de la tarde al acercarse al Puente de Hierro, cuando nos hallábamos a un par
de kilómetros de distancia de la carretera de hierro. Los niños, no todos, algunos, nos
miramos cómplicemente y volvimos la vista atrás siguiendo con la mirada el curso del
río Argos corriente arriba. El tran ¡de pasajeros además! Cruzó el puente y penetró, se
veía en la lejanía, inmediatamente en el túnel. A la salida de él, al otro lado del monte, a
unos doscientos metros le aguardaba nuestra trampa mortal Sabíamos que con la
oscuridad no sería vista nuestra piedra hasta ser demasiado tarde. Niños, no os quedéis
atrás y tirar para adelante. Seguimos andando.
Para todos, la noche fue una pesadilla poblada por los gritos y llantos de los viajeros
de aquel tren de la muerte, sepultos sus cadáveres entre los restos de los destrozados
vagones.
Amaneció un nuevo día y cada uno de nosotros, los chiquillos, hicimos por buscar al
resto de los involucrado en el crimen en cuanto nos fue posible, recabando noticias
sobre el “accidente” ferroviario del día anterior. Parecía mentira de todas todas, nadie
había escuchado nada al respecto. Era raro. Qué hacer…
Tras comer a mediodía desganadamente, nos reunimos todo el grupo y resolvimos
unánimemente (la conciencia nos atosigaba por igual) regresar esa misma tarde al túnel
para verificar si hubo o no accidente. El criminal siempre regresa tarde o temprano al
lugar del delito.
Cuando fuimos en la vía de nuevo, todo mostraba un aspecto de lo más normal: no
había piedra alguna sobre los rieles (era de esperar), pero tampoco tren volcado. Me
imaginé a la poderosa locomotora ajorrando nuestro pobre obstáculo fuera de la vía.
Seguro que alguien ha pasado por aquí después de irnos ayer nosotros y nos ha quitado
la piedra. Tal vez. Mejor así.
Nos fuimos, a ninguno se le ocurrió volver (en lo que yo sé, jamás en toda su vida) a
colocar una nueva piedra en las vías del tren ni para partir un piñón tan siquiera. Ni a mí
tampoco.


Fin

*
Obra de José Ruiz DelAmor

martes, 26 de julio de 2011

EL SALTO

EL SALTO





Corre, corre, caballito,

corre por la carretera...





Tan sólo hacía una hora que se habían clausurado las fiestas locales de la pequeña población

montañesa. Toda la masa pobladora masculina, menores de edad aparte, se encontraba en el interior

del único salón de la ciudad buscando retrasar el cierre de la diversión; nadie deseaba volver al día

siguiente a la monotonía de la rutina diaria laboral. En el salón estaban siendo festejados por medio

de calurosas felicitaciones y brindis, acompañado todo ello por alguna que otra invitación,

unilateral o recíproca, a los vencedores en los diferentes concursos celebrados, alma y corazón de

las fiestas: tiro al blanco con carabina, carrera de caballos de media milla alrededor del pueblo con

la eliminación del último participante en traspasar la línea de meta a cada vuelta, lanzamiento de

piedra, salto de longitud con caballo, partición de troncos, etc...

De todos los héroes efímeros, ya que su fama se extinguiría en escasos días, serían olvidados, el

más celebrado y felicitado, no tanto por él mismo en sí, sino por su montura, era el ganador de

todos los concursos destinados a probar la habilidad de jinetes y cabalgaduras. Él había vencido en

la carrera de caballos, en el salto de longitud, en el salto de vallas... Era un forastero. Y, como era

lógico, estaba exultante de orgullo por sus victorias, no tanto por la cuantía de los premios


monetarios, más bien parca, como por la fama y gloria de que podía hacer gala con todo derecho;

su engreimiento estaba siendo exacerbado por la adulación admirativa de que era objeto.

-¡Vaya caballo el suyo, amigo; jamás había visto nada igual en toda mi vida!

-¡Y el jinete, que tampoco es manco!

Todos le dirigían comentarios por el estilo, palmeando las anchas espaldas del triunfador,

buscando un acercamiento momentáneo a la gloria.

-¡Cómo saltaba el caballo de usted, señor! ¡Qué alturas alcanzaba!

En medio de tanto elogio, alguien hizo un punto de inflexión al apuntar:

-Claro, que no creo que pudiese saltar el Barranco del Muerto. No, eso sí que no.

A pesar de ser emitida esta opinión particular en pleno barullo reinante, como quiera que fuese,

el jinete vencedor, el dueño del alazán ganador, lo oyó nítidamente.

-¿Qué es eso del Barranco del Muerto? -preguntó a los más próximos a él. Y ante tal pregunta,

paseándose la gravedad de unos a otros, todos los presentes en el salón acabaron enmudeciendo.

Un denso silencio se adueñó de toda la estancia, los más lejanos sin saber a qué era debido.

El forastero volvió a preguntar:

-¿Qué es eso del Barranco del Muerto?... ¿Quién ha dicho que mi caballo no es capaz de

saltarlo?...

Era harto difícil que nadie indicase con certeza la procedencia correcta de tal afirmante a no ser

que quien emitió la opinión se indentificase a sí mismo, pero cuando menos era cortesía obligada el

dar información cumplida del meollo principal del asunto. Uno trató de restarle importancia a la

cosa diciéndole a Calvin, que así se hacía llamar el forastero, nombre que todos conocían ya que

había sido repetido cada vez que le fuera otorgado un nuevo premio en los concursos ecuestres:

-No haga caso de esas palabras, se trata sólo de una leyenda de por aquí.

Pero el tal Calvin andaba dolido en su orgullo y no le satisfizo la explicación aunque sonara a

disculpa.

-Muy bien, cuéntemela -ordenó más que pidió el relato de la supuesta leyenda.

-Si no es nada -empezó a decir el anterior, un sexagenario bien trajeado, lo cual no indicaba su

verdadera posición, al ser obligada la mejor gala durante las fiestas-, una tonta leyenda..., un caso

que se dice que pasó por aquí hace muchos años. Yo nunca le he prestado el menor crédito. -Y

calló.

Pero Calvin esperaba la narración de la leyenda y, sólo con la mirada airada, conminó al anciano

a contarla.

-Bueno, se la contaré; aunque cualquiera de los presentes podría hacerlo, igual o mejor que yo.

Verá, se dice dque hace algunos años, nadie sabe cuántos, un indio arapahoe se hizo cabecilla de

una partida de renegados y se lanzó a robar, violar y exterminar a las familias de blancos asentadas

en territorios apartados. Tal fue la ferocidad en las fechorías de estos indios, pocos por cierto, que

se hizo necesaria la intervención del ejército, dada la incompetencia de los colonos para unirse y

acabar ellos mismos con los indios malones. Los soldados dieron buena cuenta de ellos en un lugar

próximo a nuestra ciudad, irrumpiendo en su refugio montañés y pasándolos todos a cuchillo,

mejor a sable, menos al cabecilla, que logró escapar saltando con su caballo entre dos montañas.

-¡Pero, hombre... -interrumpió otro objetando-: si no se trata de dos montañas! Es la misma

montaña, que tiene un corte ancho y profundo en todo lo alto de la cima.

-Bueno, para el caso lo mismo da -volvió a retomar la palabra el primero-. La cuestión es que el

indio saltó a pelo los... por lo menos cinco metros que hay de lado a lado y ninguno de los soldados

de la Unión fue capaz de hacer lo mismo con sus caballos ensillados -remachó el sexagenario algo

ofendido por haber sido puesta en duda su capacidad narrativa.

-¿Y dónde dicen que está ese cortado de la montaña? -quiso saber más Calvin.

-Aquí mismo -señaló un joven hacia la calle como si el lugar se encontrase a dos cuadras del

pueblo-. A dos millas escasas.

-¿Y quién dice que mi caballo y yo no somos capaces de saltar esa grieta? -la pregunta en

realidad no iba dirigida a nadie por el momento-. ¿Alguien más piensa que mi caballo no es capaz

de hacer ese puñetero salto? ¡Que lo diga!

El silencio por parte de todos los presentes fue la respuesta que recibió, pero en el mismo parecía

quedar suspensa e implícita la desconfianza que sentían al respecto de sus posibilidades en salvar el

paso.

-Pues si hay alguien que tenga redaños, me apuesto todo lo que he ganado en los concursos con

quien quiera a que mi alazán logra dar ese salto como si tal cosa. No ha nacido caballo que haga

algo que el mío no pueda mejorar.

-Es una locura -advirtió el sexagenario-. Ni siquiera ha visto usted la grieta a saltar. Saltarla a

pelo -hizo hincapié en el detalle, que Calvin se había olvidado de reseñar- es muy peligroso; se

corre el riesgo de despeñarse. Y le aseguro por mi vida que quien cae por tal barranco no se salva

ni con la dispensa divina. ¡Habrá media legua de profundidad por lo menos! Tiene bien puesto el

nombre el maldito.

Estos argumentos no menoscababan el arrojo del forastero.

-Digo y repito, que si alguien cubre la apuesta de estos... No sé cuánto habrá... Mi caballo y yo

saltaremos el cochino barranco, a pelo, como el indio.

No hizo falta más que uno de los presentes cubriera 25 dólares de la apuesta total para que,

rápidamente, estuviese acordado y en marcha el asunto. En pocos minutos la noticia corrió como

reguero de pólvora por toda la población, formándose una enorme comitiva tras los apostantes,

todos camino al Barranco del Muerto; tanto así, que cerró hasta el salón, no queriendo perderse

nadie el evento; ni un alma quedó en el pueblo, todos, autoridades y ciudadanos, nativos y foráneos

se dirigieron hacia el consabido barranco.

Solamente cuando Calvin se encontró junto al corte rocoso que dividía a la montaña en dos

partes desiguales, mirando las entrañas profundas, hondísimas, más de lo que dijo el viejo, que se

abrían al través de la grieta cortada en vertical, sintió aprensión y arrepentimiento por su

precipitada decisión. Se injurió a sí mismo por permitir que su carácter alocado y bravucón se

impusiera a su razón. Siendo rocosos ambos lados del abismo, de piedra granítica, resbaladiza, le

iba a resultar harto difícil cruzar a salvo de un saltoo Y además, el hecho de tener que hacerlo a

pelo, suponía una dificultad añadida como para ponerle a uno los pelos de punta; si consideraba la

posibilidad de que su caballo se asustase en el momento crucial del brinco, el espectáculo se le

planteaba aterrador. Bien podría la apuesta resultarle fatal de necesidad.

Aunque con gesto adusto y cariacontecido, él ya sabía que su amor propio no le permitiría

reconocer su error. No era posible, pero sí probable, que si admitiese haberse equivocado al afirmar

que su caballo realizaría el salto, las gentes del lugar no tuviesen en cuenta la apuesta hecha y no

reclamasen el pago, pero eso quedaba en segundo término. Lo verdaderamente capital para él era,

que si renunciaba a saltar se le consideraría poco menos que un cobarde, y toda la gloria obtenida

en los concursos se convertiría en humo, pasando a ser un don nadie. Tenía que saltar. Estaba

resuelto; ni aun sabiendo que perdería la vida en el empeño daría marcha atrás. No obstante no

dejaba de hacerse interiormente reproches por verse metido en tan escabrosa coyuntura. ¿Quién le

había mandado a él meterse en tal berenjenal?... Nadie le había forzado a aceptar el reto, antes bien,

le instaron a hacer caso omiso de la tonta leyenda. Él sólo, sin ayuda de nadie, se había metido en

la boca del lobo por su mala cabeza.

Despojó a su montura de todo arreo, salvo la manta y las bridas, y le habló un rato largamente a

solas, animando al animal, transmitiéndole una confianza que él desde luego estaba muy lejos de

sentir; tranquilizándolo.

El lugar desde donde saltar no ofrecía mucha elección. Sólo era practicable el salto por un lugar,

siendo más ancho el abismo del Barranco del Muerto por cualquier otro punto elegido. Así pues,

no cabía la menor duda de por dónde cruzó el indio renegado huyendo de la persecución de los

yanquis. Calvin hubiera deseado ahora que aquel salvaje nunca hubiese logrado la proeza de cruzar

el abismo aquel.

Cuando consideró oportuno el momento, todo dispuesto por la escasez de necesarios

preparativos, montó en su cabalgadura bajo los atentos ojos de la población festiva, dispuestos

todos ellos a lo largo del borde del precipicio, dejando únicamente libre el sector por donde se

efectuaría el salto del caballo; eso sí, un sector amplio, para no estorbarle en su esfuerzo. No le

beneficiaría para nada el retardarlo ya que pensaba realizar el salto de todos modos, retrasarlo sólo

serviría para mermar su decisión y minar su valor. El expectáculo extra de los festejos, por lo

incierto del resultado, iba a resultar un más que digno colofón de fiestas.

Antes de espolear al caballo Calvin aún tuvo arrestos o presencia de ánimo suficientes para hacer

gala de su fanfarronería, pues el coraje le habría abandonado, pero pretendía no dejarlo traslucir.

Cualquier apariencia logra engañar, aunque sólo sea a uno mismo.

-Guárdeme bien el dinero de la apuesta -se dirigió al depositario de las cantidades monetarias-,

volveré por él enseguida.

Luego condujo a su fiel equino al punto que consideró más idóneo para las bien conocidas

facultades de su montura, desde el cual iniciar la galopada previa al salto. Echó un vistazo al gentío

dispuesto al borde de la grieta: le servirían como punto de referencia para apurar el terreno antes de

saltar; un vallado de hetereogéneo colorido, salpicado en sus almenas por algunas sombrillas

coloridas.

-Vamos, muchacho -le susurró el jinete al oído de su caballo-, no me vayas a dejar en mal lugar

ahora.

Acarició con suavidad, quizá excesiva por estar atenazados sus nervios por el temor, los flancos

del caballo con las espuelas y arrancaron ya al galope desde el mismo inicio. Poco le importaba al

jinete su estabilidad sobre el lomo desnudo, se mantenía bastante bien, no era la primera vez que

montaba a pelo. Tenía que conseguir que su caballo pasase al otro lado como fuese, y dejarse llevar

por el miedo no ayudaría.

El corto trecho hasta el borde del precipicio se cubrió rápidamente, apurando el terreno firme

disponible -bien el caballo, bien el jinete y bien ambos conjuntados- antes de efectuar el salto.

Mientras estaban en pleno vuelo, todos, público y participante, se apercibieron de que se alcanzaría

el borde opuesto. Así yo creyó intimamente Calvin. Y así fue. El alazán aterrizó sobre sus patas

delanteras medio metro más allá del abismo. Fue al hacer lo propio con los cuartos traseros cuando

sucedió el imprevisto: resbaló. Los cascos del animal patinaron por sobre la piedra de granito

alisado, y se hundió el cuerpo del centauro, cayendo peligrosamente hacia atrás. Las patas del

bruto, las traseras en todo momento, batieron en el vacío hasta hallar una de ellas la roca sólida y,

entre corcovos inverosímiles, con un arqueo corporal imposible que sacó al jinete de su asiento,

logró colocarse en terreno seguro sobre sus cuatro poderosas patas ahora.

Un clamor de admiración, de sorpresa, de susto, de expectación, de... surgió de las bocas de los

presentes.

-Vaya, tenía razón el muchacho -comentó inmediatamente el sexagenario que le narrara a Calvin

la leyenda del Barranco del Muerto-. Su caballo saltó, tal como él dijo.

No se escuchaban aplausos.

-Sí -opinó otro, éste mirando hacia el fondo del abismo a pesar de resultar imposible ver nada en

sus profundidades-, lástima que él no haya tenido la misma suerte.

Lo mismo hacían, mirar al abismo, la mayoría de las personas diseminadas a lo largo del

precipicio; todos hacían caso omiso al alazán, resoplante al otro lardo de la grieta.

-¿Qué hacemos? -preguntó el capellán de la iglesia baptista-. ¿Bajamos para recuperar su cuerpo

y ofrecerle sagrada sepultura?

El ministro de Dios era nuevo en la localidad e ignoraba la imposibilidad de tal acción.

-Échele su responso desde aquí si así lo desea, pater; ésta será su eterna tumba -decidió otro. Y

abriendo los brazos como deseando abarcar toda la montaña, añadió-: Nadie podría desear morir

con tanta grandeza como éste. Ni a los faraones egipcios se les enterraba en pirámides de semejante

altura.

Y tras esta comparación funeraria, todos regresaron camino al pueblo nuevamente; el

espectáculo había terminado. Y también las fiestas; salvo el baile final y los fuegos artificiales

como punto final. Lástima por el forastero, se los perdería. Alguien iría a hacerse cargo del caballo

más tarde. Se hacían comentarios diversos sobre lo sucedido, pero poco dignos de atención. Quizá

el más destacado fuera el que sigue:

-Por lo menos nos ha dejado su caballo, que es un buen semental sin duda -dijo uno, como no,

ranchero.

-Y el dinero. No te olvides del dinero -puntualizó un segundo, director del Banco Agrario local-.

Que tampoco es moco de pavo.

-Sí, no como el del año pasado, que se cayó al barranco con caballo y todo -cerró el alcalde de la

ciudad.

Cerca del barranco, por encima, dibujando un falso tornado en el cielo azul, planeaban varios

buitres carroñeros.



The End
*
Obra de José Ruiz DelAmor

relato premiado con un accésit en el I Premio de Relato Corto Katharsis 2008
http://www.revistakatharsis.org/premios_relatos_literarios2008_Accesit.html
*
***
*

LA OTRA MANO


LA OTRA MANO
*
Guión de cómic

(1978)

Género: Terror

En 5 páginas y 29 viñetas

Obra de José Ruiz DelAmor

*

No dejes que tu mano derecha
sepa lo que hace la izquierda.



PÁGINA PRIMERA

Viñeta 1 (2/6)

Tres hombres jóvenes aserrando un largo tronco en una sierra circular, fija verticalmente. Están bajo una marquesina de madera. Maderos y tablas apilados en el suelo y sobre la pared del edificio frontal. Colinas nevadas y negros nubarrones.

NARRADOR. Muchos trabajos conllevan una gran dosis de riesgo. El trabajo en un aserradero es uno de los más peligrosos. Los accidentes son frecuentes, aunque pocas veces revisten graves consecuencias. Pero...


Viñeta 2 (1/6)

Manos junto a la sierra giratoria. Una de ellas es cercenada por la sierra. Sangre dispersándose por entre el serrín del tronco.

NARRADOR. ... a veces...

ALBERTO. ¡Aaayy!


Viñeta 3 (1/6)

Alberto cae desvanecido, con la mano derecha mutilada. Sus dos compañeros se avalanzan sobre él para socorrerle. Sangre manando a chorros del muñón.

1º TRABAJADOR. ¡Dios santo, ha perdido una mano!

2º TRABAJADOR. Llama a una ambulancia. ¡Rápìdo!



Viñeta 4 (1/6)

Ambulancia rodando por las calles de la ciudad. Vista aérea.

NARRADOR ... pueden resultar...

(Sirena de ambulancia.)


Viñeta 5 (1/6)

Dos doctores inclinados sobre la camilla de hospital donde yace inconsciente Alberto. Uno de ellos usa lentes. Visten batas blancas. Bustos.

NARRADOR ... ¿irreparables?

1º DOCTOR. Puede intentarse reponer la mano.

2º DOCTOR. ¿Cómo, si quedó destrozada en los engranajes de la sierra?...

1º DOCTOR. Ese problema puede solventarse.


SEGUNDA PÁGINA

Viñeta 6 (1/6)

Mesa de operaciones del quirófano. Varios médicos y auxiliares sobre el enfermo. Mesa con instrumentos quirúrgicos. Alberto con mascarilla de oxígeno. Gran lámpara colgante sobre el cuerpo y la mano donde se realiza la operación. Vista aérea, la lámpara oculta gran parte del cuerpo.

NARRADOR. Después de varias horas de quirófano...

UN DOCTOR. Presión arterial... Escalpelo...


Viñeta 7 (1/6)

Habitación de hospital. Alberto en la cama. La mano derecha posa sobre las sábanas.

NARRADOR ... la espera para verificar que el injerto ha sido aceptado.


Viñeta 8 (1/6)

Alberto frente a un doctor en un salón despacho. Ambos sentados. Alberto mira su mano derecha. Biblioteca al fondo. Bustos.

DOCTOR. Bien, Alberto; la cosa ha marchado bien. Ya puede volver usted a hacer vida normal. Aunque la mano que tiene ahora no sea la suya, eso no debe preocuparle en absoluto.

ALBERTO. Gracias, doctor. No sé cómo agradecerle...


Viñeta 9 (1/6)


Alberto caminando junto a un compañero de trabajo. De espaldas. Visten ambos camisa y pantalón vaqueros. Suelo terroso. Al fondo, la serrería. Medios cuerpos.

NARRADOR. De vuelta en el trabajo...

COMPAÑERO. Es bueno tenerte de nuevo, Alberto.

ALBERTO. Yo también me alegro de estar de vuelta.


Viñeta 10 (1/6)

Rostro de Alberto con un marcado rictus. Compañero no se ve. Al fondo, árboles enormes.

COMPAÑERO. ¡Qué suerte que la ciencia haya avanzado tanto!

ALBERTO. Sí, mucha suerte... (si no fuera porque me encuentro tan raro; como si no fuera yo mismo...)


Viñeta 11 (1/6)

De noche. Alberto paseando por una calle solitaria. Muchas sombras, las manos en los bolsillos. Vista posterior lateral.

NARRADOR. Un paseo en la noche puede resultar...


TERCERA PÁGINA


Viñeta 12 (1/6)

Alberto con las manos semialzadas, a los lados del cuerpo. Hombre portando navaja frente a él, mal trajeado y con barba descuidada. Verja de hierro lateral a la esquina por la cual surgió el asaltante. Macizo de flores. Vista posterior cercana.

NARRADOR ... peligroso.

ATRACADOR. ¡La pasta o te mato!...


Viñeta 13 (1/6)

Alberto golpeando con su mano derecha la mano armada del asaltante. Vista lateral.

ATRACADOR. ¡Qué...!


Viñeta 14 (1/6)

Alberto inclinado hacia adelante. Su mano en el cuello del asaltante, éste doblado de espaldas sobre la verja de hierro. Tres barrotes de la verja sobresaliendo del cuerpo del asaltante. Vista aérea próxima.

ATRACADOR. ¡Aahhh...!


Viñeta 15 (1/6)

Rostro en penumbras de Alberto. Mano derecha iluminada en primer plano. Busto.

ALBERTO. (Le he matado con tan sólo una mano.)


Viñeta 16 (1/6)

Mano derecha abierta, grande. Vista desde el hombro, enmarcado éste en negro y unos de sus perfiles faciales.

ALBERTO. (¡No, no he sido yo! ¡Ha sido ella! ¡Ella sola!)


Viñeta 17 (1/6)

Alberto sentado en un sillón. Mesita junto al sillón con un florero, una jarra mediada de agua y un vaso vacío. Un gato a los pies de Alberto. Detrás estanterías con libros y objetos decorativos. Vista frontal.

ALBERTO. ¡Dios!, ¿qué voy a hacer?


CUARTA PÁGINA


Viñeta 18 (1/6)

Misma escena. El gato en las rodillas de Alberto. Su mano derecha acaricia al gato. Vista frontal.

ALBERTO. Tú no puedes ayudarme.

GATO. Miauu.


Viñeta 19 (1/6)

Rostro de Alberto plácido, sosegado. Vista frontal.

ALBERTO. Esto no lo puedo solucionar más que yo.

GAT0. ¡Mmiiaauu...!


Viñeta 20 (1/6)

El gato desmadejado sobre las rodillas de Alberto. Una bocanada de sangre sale de su boca, manchando el pantalón. La mano diestra de Alberto en acción de retirarse del gato. Vista aérea.

ALBERTO. ¡Nooo...! ¡Otra vez lo ha hecho la maldita!...


Viñeta 21 (1/6)

Alberto frente a un doctor en un salón despacho. Ambos sentados. Biblioteca al fondo. Bustos.

ALBERTO. ¿De quién era esta mano?, ¿quién era el donante? Tiene que decírmelo, doctor.

DOCTOR. No puedo hacerlo. Es un secreto gubernamental.


Viñeta 22 (1/6)

Alberto con sus dos manos alrededor del cuello del doctor por encima de la mesa. Rostro de Alberto desencajado. Resto igual a la viñeta anterior. Bustos.

ALBERTO. ¡Me lo dirá usted, o le costará la vida! ¡Hable!

DOCTOR. Es...tá bi...en... Se lo diré.


Viñeta 23 (1/6)

Alberto conduciendo su automóvil. Vista lateral. Las manos se ven sobre el volante. Salpicadero. Reflejo opaco en el cristal de la ventanilla fondera.

ALBERTO. ¡Un asesino! ¡Veintiocho crímenes nada menos!


QUINTA PÁGINA


Viñeta 24 (1/6)

Despacho del doctor. Vista aérea. El doctor tumbado de bruces sobre la mesa con el suelo roto. Objetos de escritorio por el suelo.

NARRADOR. ¿Y qué soy yo ahora?


Viñeta 25 (1/6)

Alberto abriendo un cajón de una cocina. Fregadero a la derecha. De espaldas. Bustos.

ALBERTO. Sé lo que tengo que hacer.


Viñeta 26 (1/6)

Alberto de frente con un cuchillo en la mano izquierda, un enorme cuchillo de cocina. Rostro enajenado. Busto.

ALBERTO. Librarme de ti.


Viñeta 27 (1/6)

Cuchillo en acción descendente ocupando todo el plano. La mano queda oculta por el bocadillo.

ALBERTO. ¡Adiós, maldita! ¡Vete al infierno!


Viñeta 28 (1/6)

Alberto de espaldas. Fregadero a la derecha. Sangre en dispersión.

ALBERTO. ¿Qué he hecho, Dios mío?


Viñeta 29 (1/6)

Alberto de frente, con las manos alzadas. En la derecha está el cuchillo y la izquierda falta. Sangre chorreando al suelo. Vista completa.

ALBERTO. ¡He cortado... Me he cortado la otra mano!


Fin

*
José Ruiz DelAmor
Valladolid, 9 de Enero de 1998
*
***
*

CONSEJAS DE VIEJAS




CONSEJAS DE VIEJAS





(Guión de cómic)


(1983)


Obra de José Ruiz DelAmor


Basado en el cuento del mismo título y autor


*


(En 6 páginas y 30 viñetas)


*


***
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PRIMERA PÁGINA




Viñeta 1




NARRADOR. La sabiduría popular está llena de arcanas sentencias extraídas de sucesos reales, llamadas refranes, proverbios, dichos o consejas. Aunque en muchas ocasiones no se corresponden con una realidad determinada -toda regla conlleva su excepción-, no obstante es preciso admitir que rara vez se equivocan estas Consejas de Viejas.




(Vista panorámica. Inmenso páramo desarbolado. Labrador azadonando la tierra; viste camisa con chaleco y zaragüelles con faja, calzado con espaarteñas. 4/6)




NARRADOR. ¿Dónde irá el buey que no are?




Viñeta 2




(Vista del labriego limpiándose el sudor de la frente con el antebrazo de la mano derecha, que oculta parcialmente su rostro. 1/6)




LABRIEGO. ¡Dios, qué calor!




NARRADOR. La letra con sangre entra; la labor, con sudor.




Viñeta 3




(El labriego visto desde atrás caminando por una senda serpenteante, orlada por deshojados y tenebrosos árboles. 1/6)




LABRIEGO. Siempre igual, del trabajo a...




NARRADOR. El mal camino, pasarlo pronto.




*


SEGUNDA PÁGINA




Viñeta 4




(Labriego de espaldas a una barraca levantina con dos troneras en lo alto aparentando ser ojos y una puerta cubierta por una tela burda semejando una boca, sin perder su realidad de portal. Vista total. 1/6)




LABRIEGO. ...esta barraca inhóspita. Siempre...




NARRADOR. Antes de casar, ten casa en que morar, tierras en que labrar y viñas en que podar.




Viñeta 5


NARRADOR. Por la mañana titiritaina, por la noche chichirimoche.


(Labriego de espaldas. Esgrime un tajo de patata pinchado en l a punta de un cuchillo. Varios tajos humean sobre unas brasas apartadas del fuego en la rústica chimenea. 1/6.)


LABRIEGO. ... solo.


Viñeta 6


NARRADOR. De noche todos los gatos son pardos.


(Cabeza del labriego de frente. Detrás, a un lado, arde el fuego. Al otro lado se enmarca una sombra humana de mujer contra las cañas embarrizadas de la pared; sombra alargada. Rostro del labriego en sombras. 1/6.)


MUJER (sombra). Buenas noches...


LABRIEGO. ¿Quién...?


Viñeta 7


(Mujer morena, de gran belleza felina, destocándose del velo semitransparente que la cubre el rostro pálido. Melena larga y lacia. Viste una túnica talar. Vista total. 1/6.)


MUJER. Es la única vivienda que hay en varios kilómetros a la redonda. No sabía adónde ir.


NARRADOR. No es una mujer bonita lo que el hombre necesita.


Viñeta 8


(Los dos frente al fuego sentados de espaldas, en sendas sillas de anea. Las manos de la mujer adelantadas hacias las llamas. Bustos. 1/6.)


MUJER. Hacía frío fuera.


LABRIEGO. ¿Huye de algo?..., ¿o de alguien?


MUJER. No.


NARRADOR. ¿Me guardarás un secreto, amigo?... Mejor me lo guardas si no te lo digo.


*


TERCERA PÁGINA


Viñeta 9


NARRADOR. La cama es buena cosa, quien no puede dormir, reposa.


(Labriego tumbado en el suelo, contra la pared de cañas, en primer plano, cubierto por una manta a rayas. Al fondo, yacija en que duerme la mujer, que únicamente muestra sus cabellos, largos. En medio, fuego de chimenea. 1/6.)


LABRIEGO. ¿Quién será?... Es tan hermosa.


Viñeta 10


NARRADOR. No por mucho madrugar amanece más temprano.


(Busto de mujer, de pie, de espaldas, junto a la mesa: platos, vasos, botella, frutero, hogaza de pan, etc. Labriego al fondo, incorporándose del suelo. Escena en penumbra; no ha amanecido aún. Hombre total. 1/6.)


LABRIEGO. ¿Ya levantada?


MUJER. NO podía dormir.


Viñeta 11


NARRADOR. Las apariencias engañan.


(Amaneciendo; resplandor en los montes lejanos del fondo. Labriego cavando. Busto. 1/6.)


LABRIEGO. Espero que se quede... No parece disgustarla esta vida.


Viñeta 12


NARRADOR. En la huella del querer no hay animal que se pierda.


(Viñeta 3; vista frontal. Labriego apresurado. Vista total. 1/6.)


LABRIEGO. Tendría que haber terminado la cava del bancal, pero tengo que ver si aún está.


Viñeta 13


NARRADOR. Por el humo se sabe dónde está el fuego.


(Cabeza del labriego de espaldas. Barraca al frente, chimenea. Bosque al fondo. Sol en lo alto. 1/6.)


LABRIEGO. La chimenea... apagada. Se ha ido.


Viñeta 14


NARRADOR. La mujer aliñada, antes de vestirse, hace la cama.


(Vista al través del veno de la puerta desde el interior de la barraca, parcialmente oculto el labriego por la cortina que su mano alza. Sobre el lecho, compuesto, inciden los rayos solares provenientes de la ventana. Estera de esparto en el suelo. 1/6.)


NARRADOR. No está... Solo otra vez.


*


CUARTA PÁGINA


Viñeta 15


(Labriego sentado a la mesa, comiendo; de espaldas; botella de vino mediada a su derecha y panecillo mordisqueado a la izquierda. Ventana al fondo, con el sol en su ocaso. Busto. 1/6.)


LABRIEGO. ¿Qué esperaba yo que viese en mí?


NARRADOR. No se hizo la miel para la boca del asno.


Viñeta 16


NARRADOR. Más sabe el necio en su casa que el cuerdo en la ajena.


(Busto del labriego de espaldas mirando por la ventana al exterior. Al fondo, camino bordeado por árboles. 1/6.)


LABRIEGO. Quizás haya sido para mejor que se haya marchado.


Viñeta 17 (redonda)


(Rostro de labriego en gesto de sorpresa, en claroscuros; ojos y boca muy abiertos. Sol oculto; tenues rayos brotando tras las crestas montuosas. 1/6.)


LABRIEGO. ¡Eh!


NARRADOR. Ojos que no ven, corazón que no siente.


Viñeta 18


NARRADOR. Donde menos se piensa salta la liebre.


(Vista doble a través de las órbitas oculares del labriego: camino con árboles; mujer caminando, vistiendo sedas transparentes que dejan entrever sus torneadas formas; el cabello al viento. Las escenas orladas por las pestañas del labriego. 1/6.)


Viñeta 19 (horizontal)


(Perfiles. Mujer a la izquierda con un ramillete de flores silvestres en los brazos. Labriego a la derecha. La luna llena apareciendo tras de unas nubes sobre las copas de los árboles, muy al fondo. Oscuridad. 2/6.)


MUJER. ¡Hola!


LABRIEGO. ¿Dónde estaba?... Me tenía preocupado.


NARRADOR. En salvo está el que repica.


*


QUINTA PÁGINA


Viñeta 20


(Rostro sonriente de la mujer, aspirando el arom de las flores. Luna junto a su mejilla derecha, iluminando sólo ésta; la otra, en oscuro. Cabeza. 1/6.)


MUJER. Estuve en el bosque, recogiendo flores.


NARRADOR. Vete al monte algún buen día, que Dios da de balde su perfumería.


Viñeta 21


NARRADOR. Tal el tiempo, tal el tiento.


(Labriego rodeando los hombros de la mujer con su brazo, entrando por la puerta de la barraca. De espaldas. Medios cuerpos. 1/6.)


LABRIEGO. Celebro que no se haya marchado; la echaba de menos.


Viñeta 22


(Mujer de espaldas, en el centro de la estancia; busto. Labriego arrodillado junto a la chimenea, atizando el fuego. Mesa, cama, etc. 1(6.)


MUJER. Yo también le echaba de menos a usted.


LABRIEGO. ¿De veras?


NARRADOR. Tanto monta, monta tanto.


Viñeta 23 (triangular)


NARRADOR. El costal y la talega, lo que le echan, eso llevan.


(Mitad derecha del rostro de la mujer en semipenumbras; fondo oscuro con la mitad de la luna llena. 1/12.)


MUJER. Sí, no es fácil encontrar una presa por estos desolados parajes.


Viñeta 24 (triangular)


(Mitad izquierda del rostro del labriego en semipenumbras; fondo oscuro con la mitad de la luna llena, haciéndola coincidir con la otra mitad de la viñeta anterior. 1/12.)


LABRIEGO. Sí, tiene razón, es difícil encontrar una presa.


NARRADOR. Dios los cría, y ellos se juntan.


Viñeta 25


(Cabeza de la mujer en negro total; leve halo de luz enmarcándola. 1/6.)


MUJER. Me parece que no me ha entendido.


NARRADOR. A buen entendedor, pocas palabras bastan.


Viñeta 26


(Cabeza anterior, ahora iluminada completamente. Fondo oscuro. Gesto satánico en el rostro y colmillos vampíricos en la boca salivosa. 1/6.)


MUJER. Lo que necesito es la sangre de un ser humano para revitalizar mis fuerzas y mi juventud.


NARRADOR. Tras la cruz está el diablo.


*


SEXTA Y ÚLTIMA PÁGINA


Viñeta 27


(Cabeza del labriego en una oscuridad total; leve halo de luz enmarcándole. 1/6.)


LABRIEGO. Yo creo que la he entendido perfectamente.


NARRADOR. No es mal sastre el que conoce el paño.


Viñeta 28


(Cabeza anterior, ahora iluminada completamente. Fondo oscuro con luna llena. Cabellos de la cabeza erizados, rostro piloso, ojos lupinos, boca babeante con colmillos de lobo, orejas puntiagudas y mentón prominente. 1/6.)


LABRIEGO. Ya que yo también necesito lo mismo.


NARRADOR. De tal palo, tal astilla.


Viñeta 29 (forma de horca)


(Hombre-lobo saltando sobre mujer-vampiro. Luna llena seminublada a través de la ventana. Sin bocadillo, gruñido (Greeknn...) en el lobo y grito (Aahhh...) en la vampiresa. Hombre-lobo en fragmento menor de viñeta; vampiresa en fragmento mayor, en actitud de defensa-ataque. 3/6.)


NARRADOR. El hábito no hace al monje, ni la venera al noble.


Viñeta 30 (redonda sobre cuadro)


(Luna llena ocupando casi toda la viñeta; sombra de lobo sobre una roca, en el centro de la luna llena; más arriba, sombra de murciélago. 1/6.)


NARRADOR. Y por último, un postrero refrán: Del lobo y la vulpeja se puede tomar conseja.


*


Fin


*


Obra de José Ruiz DelAmor


Murcia, 1983


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***
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CONSEJAS DE VIEJAS


(cuento)




La sabiduría popular se encuentra llena de arcanas sentencias, extraídas de hechos acaecidos, llamadas refranes, proverbios, dichos o consejas. En muchas ocasiones se corresponden con la realidad -toda regla conlleva su excepción-, no obstante, es preciso admitir que muy raramente se equivocan estas Consejas de Viejas.


***


El hombre azadonaba la tierra del inmenso páramo desarbolado abatido por el cansancio. (¿Dónde irá el buey que no are?)

Con el antebrazo terroso se limpió el sudor de la frente. (La letra con sangre entra; la labor, con sudor.)

-¡Dios, qué calor! (La queja es vieja.)

La vuelta al hogar, al anochecer, está escoltada por tenebrosos árboles deshojados, orlando el
sendero serpenteante. (El mal camino, pasarlo pronto.)


-Siempre igual: del trabajo a... (El trabajo, a destajo.)

Su morada, una triste barraca de ramas, parece mirarle con odio a través de sus dos ventanucos,
y la boca angosta de entrada torcerse en gesto devorador. (Antes de casar, ten casa en que morar, tierras en que labrar y viñas en que podar.)

-... a esta barraca inhóspita. (A la oreja dime tu queja.)

Su cena serán unos sencillos tajos de patata asados en las brasas del fuego del lar. (Por la
mañana titiritaina, por la noche chichirimoche.)

-Siempre solo. (Yo y nos... somos dos.)

-Buenas noches, señor... (Según a quién, cuenta bien.)

Una sombra de mujer se enmarca en la puerta ante una capa de cielo estrellado. (Casa sin puerta, siempre abierta.)

-¿Quién...? ¿Qué hace usted aquí? ¿Cómo ha entrado? (De las visitas pega el cante una puerta
chirreante.)

La mujer, morena, de una belleza tan intensa como felina, se destocó del velo que la cubría,
desmadejando una luenga melena por sobre la túnica alba que velaba su cuerpo, que se presumía
exuberante. (Mujer con belleza, mujer sin cabeza.)

-Es la única vivienda que hay en varios kilómetros a la redonda. No sabía adónde ir. (En casa de
hambre, cerrojos de alambre.)

Luego, alimentándose la y reconfortada por el fuego, las confidencias se hacen obligadas. (Me
guardarás un secreto, amigo?... Mejor me lo guardas si no te lo digo.

-¡Brrr...! ¡Qué frío hacía fuera! (Da la confianza mejor con fianza.)

-¿Huye de algo, o de alguien, quizá, señora? (No se equivoca quien no abre la boca.)

-No. (Nunca dad la verdad.)

Hasta el menos galante de los hombres cederá su cama a una dama. (La cama es buena cosa,
quien no puede dormir... reposa.)

-¿Quién será esta mujer? Es tan hermosa. (No alabes lo que sabes.)

El labrador la ve con el pensamiento, pues sólo distingue un informe bulto sobre el lecho. (De
noche todos los gatos son pardos.)

Apenas se alza el sol, el labrador ya bina en sus viñedos. (Corre un velo por el cielo.)

-”Espero que se quede; no parece disgustarle esta vida.” (Suponer lo que se ignora es no saber ni la hora.)

Impaciente, hace el regreso a casa apresuradamente. (En la huella del querer no hay animal que
se pierda.)

-Tendría que haber terminado la mejenca del bancal, pero tengo que ver si aún está. (Correr
despacio o andar deprisa, la misma guisa.)

A la vista de la barraca, parecen verse confirmados sus temores. (Por el humo se sabe dónde
está el fuego.)

-La chimenea apagada... ¡Se ha ido! (No hay viaje sin equipaje.)

El interior está limpio y ordenado, la cama compuesta. (La mujer aliñada, antes de vestirse,
hace la cama.)

-No está... Solo otra vez. (Sólo una es la luna.)

Rumia triste su pena mientras mastica la cena. (Menor es la pena con la tripa llena.)

-¿Qué iba a esperar yo que viese en mí? ¿Qué podía ofrecerle? (No se hizo la miel para la boca del asno.)

Contemplar el sosiego de los desiertos alrededores le tornan conformista. (Hombre que enviude,
feliz, no lo dude.)

-Quizá haya sido mejor que se haya marchado. (Más sabe el necio en su casa que el cuerdo en la ajena.)

Lo que no se espera ya, nos causa sorpresa. (Ojos que no ven, corazón que no siente.)

-¡Eh! (Desconfianza de la tardanza.)

Por el camino, envuelta en sedería transparente, camina la bella mujer hacia la casa. (El afecto tiene efecto.)

El hombre siente renacer la alegría en su entristecido corazón. (Tal el viento, tal el tiento.)

La luna llena va apareciendo tras de unas nubes, por sobre las copas de los árboles. (Luna llena,
noche plena.)

-¿Dónde estaba? Me tenía preocupado. (En salvo está el que repica.)

La joven aspira el aroma del ramillete de flores silvestres de sus manos. (Vete al monte algún
buen día, que Dios da de balde su perfumería.)

-Estuve en el bosque, recogiendo flores... paseando. (El que roba en mi troje, hay que ver qué
poco coge.)

Con su brazo rodeando los suaves hombros de la mujer, el labriego la hace penetrar en la
barraca. (No quieras comulgar en el templo en pecado, dando mal ejemplo.)

-Celebro que no se haya marchado; la echaba mucho de menos.(Lo que no viene, jamás se
tiene.)

El hombre anima alegremente las llamas del hogar. (El fuego no es un juego.)

-Yo también le echaba de menos a usted. Mucho. (La correspondencia es una gran ciencia.)

La voz del hombre parece más animal que humana al inquirir (Voz ronca, hay bronca.):

-¿De verdad? (La duda ofende.)

Y el rostro de la mujer parece ahora afearse. (Lo feo no veo.)

-Sí, no es fácil encontrar una presa por estos desolados parajes. (Donde menos se piensa salta la
liebre.)

A la luz de la luna, que se introduce a traves del ventanuco, el hombre parece más velludo ahora.

(Pelo..., o cabello cuando es bello.)

-Sí, tiene razón; es difícil encontrar una presa apetecible por estos lugares. (Dar a dama la razón
es cuestión de educación.)

Ambos parecen darse la razón sobre el particular mientras se muestran agitados. (Nuestro
acuerdo no recuerdo.)

-Me parece que no me ha entendido. (A buen entendedor, pocas palabras bastan.)

Le babea a la mujer la boca en tanto que muestra unos afilados dientes. (Boca hambrienta sola
se alimenta.)

El hombre está tranquilo. (Una virtud: la quietud.)

La mujer ahonda en su explicación (Todos sabemos... más o menos.):

-Lo que necesito es la sangre de un ser humano para revitalizar mis fuerzas y mi juventud. (Coge
tu presa por sorpresa.)

El otrora bello rostro de la mujer es ahora una máscara de maldad. (Tras la cruz está el Diablo.)

Continúa brotando vello en gran profusión en el rostro y manos del campesino. (El costal y la
talega, lo que le echan... eso llevan.)

-Yo creo que sí la he entendido; perfectamente. (No es mal sastre el que conoce el paño.)

En las sombras titilantes, la mujer espera. (Sea lo que sea, que yo lo vea.)

El hombre se explica con los ojos brillantes, los colmillos babeantes y las orejas puntiagudas.
(De tal palo, tal astilla.)


-Ya... que yo... necesito... algo... parecido. (Dios los cría, y ellos se juntan.)

El fuego, crecido, ilumina claramente a los dos monstruos en que se han convertido ambos
aparentes humanos. (Es frecuente lo corriente.)

Inmediatamente, saltan uno sobre el otro, atacándose y gruñendo como fieras salvajes. (El
hábito no hace al monje, ni la venera al noble.)

Más tarde, el hombre-lobo aullaba a la luna llena desde la cima de un monte mientras la sombra
de un enorme murciélago cruzaba el espacio.

Y por último, un postrero refrán: Del lobo y la vulpeja se puede tomar conseja.


Fin

*
Cuento original de José Ruiz DelAmor

Nota: Este cuento (originalmente lo escribí como un guión de cómic) fue publicado en México en 2007. Desconozco el título del volumen, así como la razón social de la editorial.
http://www.el-recreo.com/home/nsarved.asp?pag=1

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EL RICO QUE ENTRÓ EN EL CIELO

EL RICO QUE ENTRÓ EN EL CIELO

(fabulilla)

Cuentan las crónicas celestiales que un día arcano Las Puertas del Cielo se abrieron de par en par para ceder el paso a la entrada de un hombre rico en el Reino de los Cielos. Era el primero que lo conseguía. Y tal fue el contento general por la buena nueva, que se celebró una gran fiesta celestial como jamás se hubo realizado ninguna otra anteriormente para conmemorar un hecho tan remarcable.

Desde aquel día todas las almas del Cielo añoran aquel día festivo, e incluso alguna que otra ánima ha pecado con el pensamiento al desear que algún ángel de los encargados del papeleo administrativo aduanero del Cielo se equivoque nuevamente.

Esta es la moraleja que
se pasa de boca en boca:
Hasta el mismo Dios a ve-
ces también se equivoca.

*
Obra de José Ruiz DelAmor
Murcia, 20 de mayo de 2011

Y para leer este mismo cuento en versión panocho:
http://escritospanochos.blogspot.com/2011/05/er-ricacho-que-se-zampo-en-los-cielos.html
*
***
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domingo, 24 de julio de 2011

CHILENADA

CHILENADA

(humorada)

El tren anda como las huifas. Recién viene llegando él y recién vine llegando yo de una fiesta de para y quincha, todo fome y encontré la Virgen en un trapito: vi a un harto encachado que venía a esperar no más. De nenes nos sacamos la cresta a menudo

-Dejémoslo no más.

-Muy amable, muy gentil.

Me tinca que se ha vuelto muy siútico. Lejos quedaron los tiempos en que los dos éramos pichanguitos y pololeábamos con niñas de mano echando pa dentro la guata.

-Vino usted.

-Cómo no, claro está.

Sí, cómo no, ya está, al tiro, claro.


*


(Traducción)
El tren llega impuntual. Acaba de llegar él, y yo de una fiesta de tirar la casa por la ventana, todo desgarbado y tuve un golpe de fortuna: vi a un buen mozo que venía a esperar nada más (al andén del tren). De nenes nos rompimos la cresta a menudo. (…)
Me da en la nariz que se ha vuelto más que cursi. Lejos quedaron los tiempos en que los dos éramos insignificantes y flirteábamos con sirvientas, metiendo para dentro la barriga.
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Obra de José Ruiz DelAmor
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LA LIMOSNA


LA LIMOSNA


Actualmente, los pedigüeños han caído en el más miserable de los descréditos; nunca lo tuvieron en demasía, sobre todo en una entidad bancaria. Ya nadie ofrece generosamente su óbolo -que así también se llama a la limosna cuando es grande como un bolo, u otrosí, inexistente, según de falso sea- diario salvo los tradicionales, y se sabe que las tradiciones cambian, normalmente para peor, como el dinero de mano, y éstos, por tradición, dan poco. Y esto es debido (en mi modesta opinión) al equivocado método estándar (por el que no están por dar) que siguen los inopes (esta palabra, símil de pobre, se parece a miope por el poco dinero que ven), que, en nuestro recalcitrante empeño en negarles todo, asímismo dudamos de que sean ellos quienes más hambre tengan. ¡Tener esos desharrapados más necesidades que nosotros, que somos ricos!... ¡Habráse visto mayor desfachatez!

La palabra que nos ocupa, limosna, la limosna, tiene su progenitor en la lima rayadora, ya sea carcelaria o de carpintería, ya que en cada entrega, la limosna va limando nuestra economía. Y no hago referencia a la limosna volitiva, sino a la institucionalizada, léase impuestos; dicha limosna todos creen saber -yo también- que va destinada a las personas que menos necesidades sufren, y caemos en la cuenta, opinión generalizada en todos aquellos que entregan su óbolo (la opinión de quienes nada entregan -no digamos de quienes la reciben- es curiosamente contraria), que... de que no se nos pide una ayuda para el bienestar común, sino un estipendio para estimular (léase acrecentar) las arcas privadas de quienes nada bueno producen. En definitiva, consideran ser objeto de un fragante latrocinio; por eso todos los gobernantes se amarran a la poltrona con desesperación: ¡tanto como reciben y cuán poco dan!
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Obra de José Ruiz DelAmor
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DICCIONARIO ONOMATOPÉYICO ANIMAL

BREVE DICCIONARIO ONOMATOPÉYICO



Águila Real. Quia-quia (voz de reclamo en estado de celo).
Alcotán. Kek-kek-kek (voz de alarma estridente e insistente). Hi-hi-hi (voz sonora
también de alarma).
Ardilla Roja. Chiuc-chiuc-chiuc.
Avión Roquero, pájaro. Chrrit`chrrit`... (voz que emite cerca de su nido, aviso).
Azor. Kic-kic-kic (voz de alarma). Otra voz: Piu-u-u (sonido melodioso y musical).
Búho Real. Uuu-uh.
Esnifar. Snif.
Cascos de caballo. Clip clop.
Cernícalo Vulgar. Qui-qui-qui (voz sonora al ser molestado).
Chochín, pájarillo. Tit-tit-tit (irritado).
Chova Piquirroja. Diiooo (voz vocinglera).
Coche de carreras. Bruuumm, bruuumm...
Codorniz. Hues-pe-dé (reclamo de noche y de día).
Correcaminos, pájaro. ¡Mic, mic!
Culebra Viperina. Ca-ca-ca...
Disparo. ¡Ca-blam!
Garza Real. Kraojj (voz de trompeta).
Grajilla. Chlo-chlo / Otra voz: Quía-quía (sonido ruidoso y claro).
Grito de alegría. ¡Yujuuu!
Halcón Peregrino. Giak-giak-giak. / Quek-quek-quek (voz de queja).
Lavandera Blanca. Tsi-tsi (voz vigorosa)./ Sit-sit (voz de alarma).
Martín Pescador. Pti-tiii-pti-tiii (excitado).
Milano Negro. Piu iu-iu-iu (voz ruidosa en época de cría). Kií-ki-ki-ki (voz de alarma).
Kuii... ieee (otra voz, parecida a la de la gaviota).
Milano Real. Uiuiu, uiuiu (maullido agudo).
Mochuelo común. Quiu-quiu (al anochecer). Otra voz: Uuit-uuit-uuit.
Nutria. Auc-auc... (voces entrecortadas).
Perdiz Roja. Chac-chac-ar. (voz habitual). Chac... chac... (Este otro sonido, lento y
bronco, que también emplean las hembras.
Pico Picapinos, ave. Ckic-ckic (voz mientras picotea).
Rabilargo. Crui-crui-crui (voz de excitación contagiosa a otros miembros de la colonia).
Rana común. Croa-croa-croa... (habitual). Cre-cre-ke-ke-ke... (voz vigorosa desde el
agua).
Ranita de San Antonio. Craac-cra-cra-cra... (voz aguda y sonora).
Roquejo Rojo, ave. Crac-chiak-crac-chiak (voz de alarma).
Salto. Boiiing!
Sapo común. Gruak-gruak... (voz áspera)
Silbato de tren. Uuu-uuu...
Vencejo Real. Tirrrti-trriti (sonido ruidoso).
Continuará...
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Obra de José Ruiz DelAmor
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¡HURRA POR ISLANDIA!

¡HURRA POR ISLANDIA!
(Islandia es noticia contra la crisis)

No creo que nadie haya accedido a esta noticia por medios convencionales: no les interesa a cualesquiera gobernantes de ningún país de la actualidad que se sepa; y menos al nuestro (sea cual sea el suyo). Y es que los ciudadanos de Islandia han dado un ejemplo a seguir al resto del mundo en la lucha contra la crisis, manifestándose como pueblo soberano con todos sus derechos... y todos sus bemoles... Esto sucedía el viernes, 11 de marzo del 2011; hace un mes aproximadamente.

El pueblo islandés ha obligado incondicionalmente a dimitir al gobierno (¿hace falta decir que corrupto...?) que mantenían, después se han nacionalizado los bancos, no pagando la deuda que estos habían adquirido con Gran Bretaña y Holanda, pues ¿por qué el ciudadano islandés ha de mantener estas entidades bancarias si la culpa de su déficit ha sido su propia nefasta política financiera?..., que cierren si no pueden o saben salvarse de la ruina (igual que aquí, ¿no?...; y se ha creado una asamblea popular para volver a escribir una nueva constitución y aprobarla... el pueblo; ¡a la porra la que había!, una mala copia danesa.

Algunos pensarán que se han tenido que producir enfrentamientos entre manifiestantes populares y las fuerzas gubernamentales para que todo esto llegue a producirse; nada de eso, todo se ha sucedido de un modo completamente pacífico. Otra razón más para que no se sepa cómo han transcurrido los hechos en el país nórdico. Alerta ¡Revolución!... La revolución contra el poder que nos ha conducido al mundo entero a la crisis que actualmente vivimos es posible. (¡No jodas tú, que no se sepa!...)

La censura tiránica que sufrimos los ciudadanos de la Unión Europea nos permite saber todas las maldades que en Egipto se comenten por parte de... ¿de quién va a ser?, de los malos según convenga, pero conviene que todos ignoren los acontecimientos avenidos en Islandia, pues podríamos tomar ejemplo: no deben estar seguros de tenernos bien amaestrados. En esta censura intervienen tanto el gobierno como la aposición, en pocas cosas estarán más de acuerdo que en mantener la desinformación del pueblo, que “populacho” somos para ellos.

Los sucesos islandeses más o menos detallados:

2008. Se nacionaliza el principal banco del país. La moneda se desploma, la bolsa suspende su actividad. El país está en bancarrota.

2009. Las protestas ciudadanas frente al parlamento logran que se convoquen elecciones anticipadas y provocan la dimisión del Primer Ministro, y de todo su gobierno en bloque. La situación económica sigue siendo nefasta. Mediante una ley se propone la devolución de la deuda a Gran Bretaña y Holanda mediante el pago de 3.500 millones de euros, suma que pagarán todos las familias islandesas mensualmente durante los próximos 15 años al 5,5% de interés.

2010. La gente se vuelve a echar a la calle y solicita someter la ley a referéndum, no está de acuerdo. En enero de 2010 el Presidente, se niega a ratificarla (este es un dato transcendental) y anuncia que habrá consulta popular. En marzo se celebra el referéndum y el NO al pago de la deuda arrasa con un 93% de los votos. Entretanto, el gobierno ha iniciado una investigación para dirimir jurídicamente las responsabilidades de la crisis y comienzan las detenciones de varios banqueros y altos ejecutivos. La Interpol dicta una orden, y todos los banqueros implicados, abandonan el país... (¿Y yo me pregunto adónde irán?...) En este punto se elige una asamblea para redactar una nueva constitución que recoja las lecciones aprendidas de la crisis y que sustituya a la actual, una copia de la constitución danesa que se les impuso (esto me suena de algo). Para ello, se recurre directamente al pueblo soberano. Se eligen 25 ciudadanos sin filiación política de los 522 que se han presentado a las candidaturas, para lo cual sólo era necesario ser mayor de edad y tener el apoyo de ¡30 personas!... únicamente (supongo que hoy en día ningún político vigente conseguiría este número de firmas... salvo recurriendo a ellos mismos, claro, o a falsificarlas... Bueno, dejémoslo...)

La asamblea constitucional comenzará su trabajo en febrero de 2011 y presentará un proyecto de carta magna a partir de las recomendaciones consensuadas en distintas asambleas que se celebrarán por todo el país. Deberá ser aprobada por el actual Parlamento y por el que se constituya tras las próximas elecciones legislativas.

Y la historia continuará...

Esta es la corta historia de la Revolución Islandesa actual: dimisión de todo un gobierno en bloque, nacionalización de la banca, referéndum para que el pueblo decida sobre las decisiones económicas trascendentales, encarcelación de los responsables de la crisis y reescritura de la constitución por los ciudadanos.

No creo que nada de todo esto sea comentado en los medios de comunicación de ningún país de Europa, ningún programa de radio o televisión dedicado a la tertulia política (¡y mira que hay en nuestro país) tendrá permiso (o interés) para/en debatir estos hechos de Islandia, no veremos imágenes (¡y mira que hay en el nuestro!..., en el de cualquiera) o comentarios de ello en los noticiarios. ¿O Vd. si que sabía de todo esto por medios oficiales?...

Si su respuesta es un NO rotundo (como me supongo), pregúntese cómo puede ser esto en un estado democrático como el que Vd. cree que vive o creía vivir. Seguro que pensaba que tenía derecho a la información; y así era, pero ignoraba seguramente la coletilla: “Vd. tiene derecho a la información... que a nosotros nos convenga”.
El pueblo islandés ha sabido dar una lección a toda Europa, de coraje y valentía, plantándole cara al sistema y dando un ejemplo de democracia al resto del mundo.
¿A quién no le gustaría copiar esto?

Islandia tal vez sea considerado como un país poco interesante, con poco que ofrecer salvo pescado fresco y el gas que expelen los géiseres, pero si es posible importar su modo de pensar y actuar... deberíamos exigir este producto, pues es sin duda el bien más preciado contra la avasalladora política económica que las grandes fortunas de cada uno de los países mundiales ejercen contra el pueblo del que se sirven, al cual ven como una masa consumista informe, de la cual recaudan, completamente prescindible. ¿Y los gobiernos de cada país (yo hablo por el mío)?... Son árbitros caseros vendidos.
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sábado, 23 de julio de 2011

SINONIMIAS

SINONIMIAS
(monólogo)

Yo, me sorprendo o elato sobremanera o en damasía de la capacidad o cabida del hombre o ser humano para crear o inventar, idear o asacar, descubrir o desvelar, hacer y fabricar. Uno (o más) se queda o permanece atónito o maravillado por la adaptabilidad y disposición del Hombre Terrícola o terresre para aportar u ofrecer al conjunto o acerbo creativo y científico su grano o migaja, piedra o montaña, incluso aun visto o contemplado cada caso o individuo desde un punto de vista, punto de mira, personal o individual, sin tenerse en cuenta despreciando el nivel cultural, los estudios privados, de cada uno de ellos y de uno de ellos.

La sorpresa repetitiva, la admiración bisbiseada y reduntante se dan y acontecen, acaecen, en el espectador exterior, en el pasivo lector y conocedor a través y por medio de las diversas y variadas formas y maneras que halla y encuentra el acerbo cognitivo, el conjunto del colectivo de conocimientos científicos, para hacer y conseguir y lograr que sus logros logrados (sirva y valga la redundancia repetitiva) y avances, redundantes en nuestro beneficio o provecho personal o individual, colectivo o comunitario, urbano o rural, lleguen y alcancen al ciudadano medio y burgués, con el menoscabao, desprecio y falsía precisos, justos y necesarios, cabales, para un completo y total desconocimiento del conocimiento expandido y divulgado por la intercesión mediática de periódicos, revistas, libros, panfletos, circulares, simposios, dosieres y demás restantes medios metódicos de expandir por el orbe la divulgación mundial para goce y disfrute de todos los seres pensantes o conscientes con mente o intelecto útil o apto.
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Obra de José Ruiz DelAmor
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VOTOS MUERTOS

VOTOS MUERTOS


En la única ocasión en que actué como interventor en una mesa electoral en una elecciones a las alcaldías (creo que era el plato fuerte), y me parece que también para elegir los gobernantes autonómicos, pero el recuerdo está nebuloso, se dio un hecho harto curioso (que es el que me ocupa) y que no lo es tanto si conocemos el carácter del pueblo hispano, generalizado como luego se supo. En aquella mesa electoral, la mía, se dieron un número de votos por correo por encima de una cincuentena, además de otras muchas vicisitudes que podrían calificarse de irregulares; pero no es de estas últimas de las que trato. Bien, todos aquellos votos otorgaban su beneplácito a la candidatura presentada por A.P. (Alianza Popular), un número que sería determinante para que este partido obtuviera la alcaldía del lugar aposteriori. Muchos de aquellos votantes -por no decir todos: ya saben Vds. que es preciso acompañar fotocopia del carné de identidad al voto por correo-, y yo personalmente conocía al menos a dos de aquellos votantes: un matrimonio, tíos lejanos, pero a quienes tuve el honor de conducir hasta su última morada en la Tierra, bajo tierra, en el recinto del camposanto local, a los pies de una hermosa serranía de montañas que datan de la era jurásica, en donde crece la sabina y los caracoles serranos se deslizan mansamente por entre las peñas calcáreas plagadas de caracoles marinos fósiles... Creo que me estoy yendo por los cerros de Úbeda.

Bueno, Dios les tenga en su gloria y les dé salud para el negocio que tienen montado estos parientes lejanos -y tanto ahora- de cría de malvas. En el parco conocimiento que tengo de ellos debido al excaso trato me baso para quedar constancia de este asorto: ¡Estos parientes míos, señores interventores de mesa, señora presidenta del colegio electoral votada a dedo, este matrimonio, digo, ni muertos hubiesen votado a un partido político de la catadura y caradura de A.P.! Repito: ¡ni muertos!, que así pretenden hacerme creer que lo hicieron... pues están bien muertos.

En un principio, por lo caliente, yo también me día en pensar, al igual que los aparentemente directos perjudicados (léase aquí P.S.O.E.) por aquellos/estos irregulares votos que se trataba de juego sucio y pucherazo, un agravio con burla a la honradez del pueblo (¿o puebro?) soberano -¿ya no tenemos rey?-, pero más tarde hube de verme obligado a modificar esta primera impresión a tenor de un argumento optimista (es preciso meterse en el pensamiento del triunfador/ejecutor para tener/obtener la visión completa del conjunto de pensamiento para sojuzgar... Ya estamos liados otra vez. Corto.

El pensamiento conciliador es/fue el siguiente: ¿Puede haber mayor respeto por parte de un partido político hacia la voluntad de sus votantes que hasta a los que han fallecido les permite votar por él? Es un irrebatible aserto en el cual descubrimos la innegable grandeza de España: no se olvidan de los muertos, hay que seguir aprovechándose de ellos.

La impugnación de la mesa no sirvió ya que ninguno de los votantes por correo se presentó para corroborar algún tipo de manipulación. Malas lenguas afirman que se presentó uno tan despistado que hasta se le había olvidado morirse antes de emitir su voto por correo. Afortunadamente no fue difícil convencerle de su error, alguno no saben estar en ninguna situación.
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Obra de José Ruiz DelAmor
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martes, 19 de julio de 2011

LOS DOS DEUDORES

LOS DOS DEUDORES

(S. Mateo 18)

23 Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos.
24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.
25 A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda.
26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
27 El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.
29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
30 Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
31 Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado.
32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste.
33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?

¿? Entonces díjole así el siervo: En verdad es cierto que perdonaste mi deuda, señor, mas yo tenía verdadera intención de devolvéosla; y ¿cómo había de hacerlo sino cobrando a mis deudores?

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Obra de José Ruiz DelAmor
De "Parábolas Bíblicas"

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domingo, 17 de julio de 2011

¡ATCHISS...!

¡ATCHISS...!

El guarda jurado suspiró. Comenzaba su aburrido turno de vigilancia nocturna. Y yo con este inopinado resfriado... Le pareció oír ruido proveniente de la sección de juguetería. Se acercó sigilosamente. Era difícil no hacer el menor ruido con todos aquellos manojos de llaves colgando de la cintura. ¿Ladrones?... Sentía perentorias ganas de estornudar. En medio de la calle vislumbró una forma humana, infantil, arrodillada sobre el piso enlosado, jugando con diversos juguetes bajados de sus estantes y desempaquetados; algunos de ellos, robots y coches, dejaban brillar sus luces en la oscuridad. A los juguetes no se les ponen pilas antes de venderlos, normalmente... Decidió conectar su linterna y sorprender al intruso.

-Niño, ¿quién eres, qué haces aquí?

El chiquillo se volvió, quedando deslumbrado por la luz. El guarda hizo soplar su silbato para alertar a sus compañeros de vigilancia. Los juguetes luminosos se apagaron como por arte de ensalmo y se detuvieron.

El guarda dio suelta al impulso natural contenido:

-¡Atchiss...! -asintió de una cabezada involuntaria debido a la fuerza del estornudo.

-Jesús -musitó el niño.

Cuando se hizo encendieron las luces de todo el Centro, no se pudo hallar el menor rastro de la presencia del muchacho; tan sólo quedaron los juguetes yertos, desparramados por el suelo como prueba de su paso imposible.

Fin
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Obra de José Ruiz DelAmor
De "Historias Fantásticas"
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viernes, 15 de julio de 2011

EL PEINE


EL PEINE


Ocaña y Doña María son dos pequeñas poblaciones del oriente almeriense, distantes entre sí tan sólo 1 kilómetro… con algunos pasos de más o de menos; ambas aldeas, aproximadamente 400 almas vivas ayuntan entre las dos, dependen territorialmente del cercano municipio de Abla. Pues bien, hace muchos años, cuando el esparto era una industria floreciente y ambos pueblos se dedicaban a tal menester, amén de otras faenas hortícolas de menor relieve, no disponían entre las dos comunidades más que de un peine para cepillar el esparto; peine que utilizaban unos y otros según la necesidad del momento. Así, era habitual que no se encontrase el peine en uno de los dos pueblos cuando a un ciudadano le era preciso.

-¿Dónde está el peine? –preguntaban en Ocaña.

-Lo tienen los de Doña María.

-¿Dónde está el peine? –se decían los esparteros de Doña María.

-Lo tienen en Ocaña.

Con el paso del tiempo, tras la muerte del negocio atochero, esta pregunta quedó como una burla hiriente, recordatorio de pasadas épocas, burla que les inferían los habitantes de Abla, Fiñana…, y otras localidades próximas; burla hiriente por la pobreza que en sí denotaba y en que cayeron estas aldeas posteriormente. Doña María dejó atrás, merced al caso omiso, este sambenito; pero en Ocaña, aun hoy, si no se desea arriesgar uno a contender en una reyerta, hasta posiblemente sangrienta, es mejor no preguntar, aunque se le haya perdido realmente su peine para el cabello ¿dónde está el peine? ni en broma.

Pues ya lo saben: lo tienen los de Ocaña.

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José Ruiz DelAmor
Doña María (Almería) setiembre 1987
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jueves, 14 de julio de 2011

UN ELEMENTO DE CAMPO

UN ELEMENTO DE CAMPO

(adivinanza en prosa)

Corro y campo
por el campo


Aunque inmediatamente por mi aspecto bien podría tachárseme al primer golpe de vista

de obeso, gordo, rollizo mantecas, bola de sebo (esto más acertado), gordinflas… y

cuantos adjetivos se utilizan para designar a alguien con abundancia de tejido adiposo –

esto en mí es aparente- y vida regalada y acomodaticia, aunque esto parezca de pura

lógica a cualquiera que me viese por primera vez y fuera de mi actividad acostumbrada,

nada más lejos de la verdadera realidad: Mi razón de ser y existir es el deporte y su

práctica.

Mi especialización es tan grande, que estoy perfectamente adaptado para el ejercicio

exclusivo de un único deporte… más o menos.

En mi favor diré que, cuando salto al terreno de juego, situado en pleno campo, nadie

corre y se esfuerza por participar tanto como yo en el juego, aunque, eso sí, no sudo la

camiseta, y esto es porque no la llevo puesta. Sí, señores, como suponen ya: juego

desnudo, en cueros, en pelota viva… como vine al mundo, tal y como siempre lo he

hecho desde tiempos remotos –aunque no demasiados- sin queja o protesta por parte de

nadie.

Como el resto de participantes en el evento deportivo, acabo embarrado y mugriento,

el color de mi piel, habitualmente blanco, tiznado por el verde del césped, sudoroso y

resobado y manchado por los escupitajos que, sin yo poderlo impedir, me arrojan casi

todos los demás que juegan conmigo; menos uno: el que menos me toca las pelotas.

Bueno, menos tres.

Durante toda la duración del lance, soy quien más golpes recibe; todos me patean, me

estrujan, me dan de cabezazos… ante la total indiferencia del juez árbitro de la

contienda. ¡Ya está bien la cosa!... Aunque alguna vez ocasional recibo alguna muestra

de cariño por parte de alguno: una abrazo, un beso, una caricia…, inmediatamente

después vuelven todos a golpearme con la misma saña con que lo hacían anteriormente.

Duran poco las alegrías en la casa del pobre. Y no se trata de ningún procedimiento para

hacerme adelgazar, eso seguro. Pues volviendo, ya en ello, a mi aspecto redondeado y

grueso, no lo he logrado a base de ingerir alimentos de modo desordenado, sino más

bien a causa de no probar bocado alguno; puede decirse con gran sentido de lógica que

me alimento de puro aire.

Viajo mucho, eso sí, yendo de campo en campo. Siempre el campo, siempre al

campo, siempre de campo. Aunque se podría pensar que tales desplazamientos deberían

suponer para mí un motivo de contento, una ventaja, al poder disfrutar de variados

ambientes, no es así ni mucho menos: todos los campos que visito son parecidos:

extensiones breves de terreno llano, sin árboles ni animales algunos (al menos de gran

tamaño, salvo los jugadores, si los consideramos animales, que la mayor parte del

tiempo como tal se comportan), con sólo hierba. Hierba unas veces alta y verde, otras

baja y rala y seca, y otras, las más, inexistente, lo que no es cambio agradable en el

panorama futuro, puesto que jugar sobre un terreno pedregoso me rasga la piel de forma

harto cruel a la larga.

Ya ven, qué triste vida la mía.

Otro de mis motivos de queja es el trato de indiferencia con el que soy dispensado. A

pesar de que mi colaboración y aportación en la victoria de uno de los dos equipos en

liza es fundamental, nunca, ni por pienso, se me agradece la labor realizada como se

debe. Talmente como si uno no existiera. Entre ellos se abrazan y felicitan, recibiendo

yo a lo sumo como premio una patada en las costillas que para nada viene a cuento, creo

yo. Ya puedes decir “¡Eh, que he sido yo!”, que nadie, absolutamente nadie, te hará

puñetero caso. Resulta bastante desagradable aunque nunca lo diga yo tanta ingratitud

por parte de todos, ¿no les parece?

Podría extenderme en cientos de detalles que les harían ver cuán desgraciada es mi

vida, pero dado que hacerlo no iba a cambiar para nada mi destino prefijado ya al nacer,

me callaré. Porque sí, porque… está mejor callado a fin de cuentas un balón de fútbol

como yo soy.





Fin
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Obra de José Ruiz DelAmor
De "Adivinanzas Divinas"
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LA ABEJA Y LA ORQUÍDEA


LA ABEJA Y LA ORQUÍDEA

(fábula)


Una abeja macho de la poco conocida especie Eucera nigrilabis volaba por sobre flores, matorrales y árboles en busca de una hembra de su especie con la pretensión natural de copular a fin de reproducirse. Iba en amores incendiado y no se lo pensó un momento cuando vislumbró sobee un tallo a un casi perfecto ejemplar de hembra de su propia especie aguardando con las alas extendidas.

Cayó sin pensárselo sobre ella y halló con grata sorpresa una indiferencia total, que él supuso de aceptación. Comenzó así la cópula que mantuvo durante varios minutos... aunque algo no funcionaba del todo bien; la indiferencia de la hembra no era natural. Demasiada indiferencia, demasiada quietud.

Realizó una inspección a fondo de su partener y pronto descubrió el engaño: No se trataba de una abeja hembra sino de la flor de la orquídea Ophys tenthredinifera, que emulando la imagen de una abeja casi a la perfección le había vuelto a engañar una vez más. Estuvo como un estúpido macho rozando los polinios de la flor, las masas de polen que penden del labelo superior, y gran parte del polen de estos se le habían adherido a su cuerpo piloso. Siempre le confundía la maldita flor al mimetizar su labelo inferior de aquella forma tan convincente.

Se marchó volando confuso, sin cejar por el fracaso en su objetivo previsto de reproducción, cayendo varias veces en la trampa similar de otras tantas flores de la orquídea imitadora, ignorando que el objeto de su vuelo, la reproducción, estaba en realidad dando sus frutos, polinizando todas las orquídeas en las que se posó, aunque esta labor no redundase en aumento de su propia especie sino en otra.

La moraleja es elemental:

Es fácil usar al obseso
que anda loco por el sexo.
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Obra de José Ruiz DelAmor
De "Fábulas fabulosas"
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miércoles, 13 de julio de 2011

EL ASIENTO

EL ASIENTO

Fue en un autobús urbano de los que recorren a diario las calles de la capital de la comunidad autónoma de Castilla y León. Un bus abarrotado hasta los topes. Varias personas de avanzada edad van de pie al no disponer de un asiento libre. Asido a la barra metálica pendiente del techo, trato de ocupar el menor espacio posible, en un intento imposible por ampliar la capacidad de aforo. Cerca de mí queda expedito un asiento: su ocupante se apeará en la próxima parada. Miro a mi alrededor.

-Señora... por favor- invito a sentarse a una anciana acompasando la acción con un gesto de la mano.

La mujer no logra acceder a depositar sus posaderas, un hombre joven se adelanta con rapidez a mi espalda y lo ocupa con glotonería y desparpajo.

-Oiga, ese asiento debe ocuparlo una persona con dificultades para mentener el equilibrio; y ése no es su caso.

-Eso a mí me la suda. A ver quién es el guapo que me echa del asiento -responde el pollo con altanería de chuleta.

Muevo los brazos para asirle por la pechera y alzarle a la fuerza, pero la mujer me toca blandamente por atrás con tal convicción que me detiene.

-Déjelo, no vale la pena.

Tiene razón. Desisto.

-Es usted una escoria.

No le importan al hombre joven los insultos que le dirigen otros viajeros, tiene aquello que deseaba.

Y tiene una mala educación... de la que hace una gala aberrante. Un hijo de puta como tantos que pululan, demasiados, por esta ciudad.


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Obra de José Ruiz DelAmor
De "Crónica Negra de Pucela"
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lunes, 11 de julio de 2011

EL ASESINATO

EL ASESINATO


(Compendio):

El asesino era el mayordomo.
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Obra de José Ruiz DelAmor
Micronovela
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viernes, 8 de julio de 2011

EL ULFHEDHINN


EL ULFHEDHINN
(Noruega)
“...cada neuriano se transforma una vez al año en un lobo, y continúa de esta manera por varios días, al cabo de los cuales vuelve a su forma original.”

(Herodoto, Los nueve libros de Historia)

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Un rumor como de voces apagadas y entrecortadas puso en ligera alerta al vigilante pastor. Los sonidos venían del cercano campamento. Uno de los pastores se removía en sueños entre sus pieles, murmurando entre gruñidos. El pastor que efectuaba su turno de vigilancia le contempló durante unos cortos instantes. Luego, despertó al resto de pastores, cinco hombres más además de él y el que se removía. Una vez todos desvelados, se horrorizaron ante el desasosegado estado onírico de su compañero.

-Dagmar, es tú hermano, a ti te corresponde tomar la decisión.

El interpelado intentó entonces con precaución sacar de su letargo a su mentado hermano, tarea que no consiguió.

-Nadie le hará daño a mi hermano Harald -dijo el interpelado mostrando un gesto amenazador.

Todos estaban asustados en grado sumo.

-Entonces sólo nos queda escapar -añadió el pastor de más edad del grupo.

Se pusieron en movimiento, tomando lo imprescindible, unas parcas vituallas, y comenzaron el descenso de los montes por los que pululaban a menudo con sus rebaños de ovejas y cabras en aquella época del año.

-¿Y el ganado?

-Esperemos que ellas le entretengan mientras nosotros huimos.

-¿Y si nos hemos equivocado?...

-Entonces, mañana le pediremos perdón a Harald. ¿No te parece?...

Tras media hora de apresurado descenso se detuvieron al escuchar los aullidos ululantes de los lobos. Bueno, de un solo lobo. Cuando volvieron a oír el aullido de nuevo, aceleraron el descenso sin demora al percibir que éste se hallaba más próximo: el ganado no le había retenido demasiado, para su desgracia. Cada uno de los desvaporidos pastores se preguntó quién de ellos moriría esa noche con cada aullido lupino que se acercaba cada vez más, y más...

* * *

Al parecer, el ulfhedhinn y el berseker se daban al mismo tiempo. El gran cronista griego Herodoto, además de lo contado sobre los neurianos, nos narra casos de frenesí animal seguido de actos de antropofagia entre los isedones, escitas y melanclenos, pueblos de gran barbarie. Por otra parte, el monje galés Nynniaw, en su “Historia Brittonum”, se refiere a ciertos guerreros celtas que eran capaces de “tomar a voluntad la forma de un lobo de grandes dientes cortantes y que, a menudo, así metamorfoseados, atacan a los pobres corderos indefensos”. Según la leyenda, el ulf, lobo en noruego, se vuelve feroz a la caída de la tarde y es presa de la somnolencia.

Ulfhedhinn: el que tiene piel de lobo.(Antiguos pueblos del Norte de Europa).
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Obra de José Ruiz DelAmor
De "Leyendas del Hombre Lobo"
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