sábado, 6 de agosto de 2011

EL LOBO Y EL ZORRO

EL LOBO Y EL ZORRO

(fábula)

El lobo y el zorro decidieron aunar sus fuerzas y astucias respectivas para robar comida en una bien protegida granja. Juntos, consideraron posible el obtener éxito allí donde por separado fracasaban ambos. La granja estaba bien surtida de gallinas y conejos, de ovejas y bueyes, de patos y ocas, y toda suerte de animales de clase doméstica.

Una noche, oscura como boca de lobo, pusieron en práctica sus propósitos: robando al mismo
tiempo los dos y por separado, desde dos puntos opuestos, si uno era descubierto, el otro bien
podría conseguir suficiente alimento para saciarse juntos más tarde.


-Ve tú por la derecha, que yo iré por la izquierda -le propuso el zorro ladino al lobo feroz.


El lobo se marchó por su lado señalado, pero no lo hizo así el raposo, que permaneció escondido...
como a la espera.

Pasado un tiempo, el lobo fue descubierto por los moradores de la granja, arrinconándole en una
estancia y siendo encerrado en ella.


Ahora sí, el zorro entró en acción.


Los hombres de la casa se proveyeron de gruesas estacas y bastones y penetraron en el encierro
del lobo para molerlo a estacazos. Las mujeres trataban de ver desde fuera cómo el lobo ladrón era castigado: el espectáculo sería llamativo.


El zorro pudo penetrar impune y tranquilamente en todos los recintos de la vivienda. Sobre la
mesa del comedor se veía una enorme cazuela de pollo en salsa de tomate, de la que el zorro dio
cuenta reposadamente, sin prisa alguna.


Más tarde, se encontraron el lobo y el zorro en un cruce de caminos.


-¡Ay, ay, ay...! -se quejaba amargamente el lobo de las heridas recibidas.- ¡Qué paliza que me han dado esos brutos!... Menos mal que, por lo menos, tú sí habrás conseguido sacar algo de comida, y me podré consolar algo con el buche lleno, para variar, ya que las penas con pan lo son menos... ¡Venga para acá!, dame algo de comer.


El zorro no tenía nada comestible que ofrecer salvo la salsa de tomate que aún embadurnaba sus
morros.


-Sí, sí... Que te dé algo de comer. ¡Ay, si a mí también me cogieron los granjeros y me dieron tal
pie de paliza que me han abierto la cabeza por cien partes!... Mira cómo me chorrea la sangre de la cabeza.

En esto comenzó a desgranarse del cielo una fina lluvia, un sirimiri. El agua que caía fue
limpiando, lavando la cabeza y el hocico del zorro, dejando ver que no había sufrido ninguna
herida.


El lobo ya no necesitó nada más para comprender qué había sucedido en aquella noche aciaga de
marras.


-¡Maldito tramposo!, ¡tú hinchándote a comer mientras que a mí me hinchaban... pero a palos!...


Y fue tal su enojo, que del zorro sólo quedaron por allí, desperdigados, los despojos.


Moraleja:
Quien engaña,
tenga maña.



O también:

Un engaño al año
no produce daño,
mas no es conveniente
ser muy reincidente.



Fin

*

Obra de José Ruiz DelAmor

De "Fábulas Fabulosas"

*
***
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