viernes, 12 de agosto de 2011

EL NIÑO Y EL BARCO DE PAPEL

EL NIÑO Y EL BARCO DE PAPEL

(fábula)

De una hoja de papel rayado que el niño arrancó a su bloc escolar, muy despacio para que le saliera lo mejor posible, haciéndole varias dobleces logró dar forma a la obra que pretendía: un barco, un barquito de papel; trabajo de unos astilleros al por menor. Papiroflexia. Habilidad recientemente adquirida en clase de trabajos manuales; para ser su primera figura de papel construida sin ayuda ni indicaciones externas no le había quedado nada mal. Luego, lo depositó cuidadosamente sobre las mansas aguas de la menguada corriente que nacía en la rotura de una cañería general, que afloraba a la superficie, que moría en la boca de una alcantarilla veinte metros calle abajo.

(La ilusión es un bajel
hecho en hoja de papel.)

El barquito comenzó a deslizarse en la corriente agitado mínimamente por el ímpetu de la escasa fuerza de su arrastre; el niño lo siguió como un perro fiel a su amo, saltando el curso del agua, brincando de un lado a otro, de ribera a orilla, para retirar los obstáculos que obstruirían -a pesar de la previsión algunos lo hacían- su derrota; la escasez de caudad del cauce daba como consecuencia que la quilla del barco rozase el asfalto irregular como si éste fuese un bajío de arrecifes. Antes de alcanzar el barquito la reja por la que se descolgaba al alcantarillado subterráneo el agua, cayó en una pequeña poza en donde giró varias veces sobre sí mismo, escorándose de babor; después, empapado el papel, se tumbó de lado, naufragando.

(La ilusión se deshoja
cuando el agua la moja.)

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