NEPTUNO
El dios Neptuno, rey del mar, siempre tiene puestas sus barbas a remojar; escribe cartas de amor a las sirenas con tinta de calamar, que envía por correo aéreo que llevan peces voladores a su destino de ultramar; trabaja en una forja marina al calor de un volcán submarino, donde utiliza al pez martillo para reparar su oxidado tridente y su corona de latón abollada; practica esgrima con los peces espada para desanquilosar sus músculos y hace equitación sobre caballitos de mar, a los cuales repone luego gratis las herraduras perdidas en las largas cabalgadas; pero, sobre todo, lo que más le gusta, es nadar: chapotear como un elefante marino y formar olas gigantescas como un cachalote; bebe leche de ballena y sorbe polos del Ártico, por el verano; por la noche arroja al cielo vespertino estrellas de mar, que previamente ha impregnado con la lava del volcán de un atolón polinesio, sólo por verlas brillar en los cielos; y luego se arropa para dormir en su manta raya eléctrica en el fondo de la fosa abisal de Las Marianas sobre un lecho de algas marinas.
El dios Neptuno, rey del mar, siempre tiene puestas sus barbas a remojar; escribe cartas de amor a las sirenas con tinta de calamar, que envía por correo aéreo que llevan peces voladores a su destino de ultramar; trabaja en una forja marina al calor de un volcán submarino, donde utiliza al pez martillo para reparar su oxidado tridente y su corona de latón abollada; practica esgrima con los peces espada para desanquilosar sus músculos y hace equitación sobre caballitos de mar, a los cuales repone luego gratis las herraduras perdidas en las largas cabalgadas; pero, sobre todo, lo que más le gusta, es nadar: chapotear como un elefante marino y formar olas gigantescas como un cachalote; bebe leche de ballena y sorbe polos del Ártico, por el verano; por la noche arroja al cielo vespertino estrellas de mar, que previamente ha impregnado con la lava del volcán de un atolón polinesio, sólo por verlas brillar en los cielos; y luego se arropa para dormir en su manta raya eléctrica en el fondo de la fosa abisal de Las Marianas sobre un lecho de algas marinas.
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Obra de José Ruiz DelAmor
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