miércoles, 30 de noviembre de 2011

LOS TAPICES



EL TAPIZ
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Cometer deslices
respecto a tapices...

El viejo matrimonio de ricachones americanos recorría los amplios salones del viejo castillo europeo, centroeuropeo para ser más exactos, eligiendo los tapices con que cubrirían los muros que restaban desnudos del castillo inglés que compraran hacía dos años, transportado piedra a piedra hasta su nuevo emplazamiento en Ohio, de donde eran oriundos. Caído en desgracia a causa del juego, era el mismo propietario del castro quien hacía las veces de cicerone e intermediario en la venta. Estaba a la venta todo el mobiliario y el mismo castillo. Esperaba que el producto de lo vendido a aquellos podridos de dinero le diese lo suficiente para cubrir la totalidad de las deudas de juego contraídas hasta el momento presente.

Los americanos deambulaban, ora adelantándose, ora rezagados, entusiasmados en sus descubrimientos ante la apatía del propietario, paciente y calmo.

-¡Éste!... ¡Este es el que más me gusta! -oyó a la señora decir mientras señalaba hacia un rincón del salón que visitaban. Miró hacia ellos mientras su esposo asentía en señal de aprobación, y quedó perplejo. ¿A qué se referirían?... Aquel ángulo del salón, en lo que podía recordar, estaba completamente vacío. Movido por la curiosidad se acercó, mientras el opulento hombre de negocios americano confirmaba el buen gusto de su esposa:

-Sí, también a mí me gusta mucho este tapiz. Es muy original.

Cuál no sería la sorpresa del noble cuando al llegar donde éstos se encontraban coligió la naturaleza verdadera del referido tapiz: una enorme, polvorienta y deshilachada telaraña centenaria.
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Obra de José Ruiz DelAmor
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