sábado, 2 de julio de 2011

LA PELOTA


LA PELOTA


-Hijo, ¿qué andas haciendo ahí?

El padre se afanaba entre matraces, retortas y redomas como si fuese un aparentemente
experimentado alquimista.

-Ná, papi; jubar.

El padre dirigió una intranscendente mirada de reojo hacia su hijo, que se hallaba en el área
exterior, al aire libre. El chiquillo daba casi totalmente la espalda a su padre, por lo que éste apenas
sí pudo ver con qué jugaba en posición sedente.

Continuó con su trabajo absorbente durante unos segundos más, deteniéndose repentinamente al
recordar de pronto la imagen del delicado objeto con el que se hallaba jugando su primogénito
amado.

“¡Dios, no!”, se dijo al instante y corrió para llegar cuanto antes donde se encontraba el tierno
niño.

-¡Por Dios, hijo!... ¿qué haces con…? ¡No te muevas!... ¡Quieto ahí!

El niño se detuvo en sus gestos más sorprendido por la actitud de su papi que asustado, mientras
se acercaba su padre.

-¡Santo Jesús! ¿Cómo se te ha ocurrido coger esa…, esa pelota?

“Ah, era por eso; porque le había cogido una de las pelotas de aquellas con las que su papá
siempre andaba dando vueltas”.

-Es para jugar –dijo el niño con una total inocencia no exenta de encanto.

El padre se inclinó sobre la menudez de su infante con evidente pánico que no trataba de
minimizar.

-Dámela… Dámela, anda. ¡Con cuidado…! Con mucho cuidado. Así… -Respiró cuando tuvo la
minúscula bola en su mano.- Vale, no pasa nada, pequeño. Ya todo está bien. Esto… esta pelota no
es para jugar, hijo; es muy importante que nunca nunca…, jamás, vuelvas a cogerla. ¿Me lo
prometes?

-Sí, papi; te lo prometo que nunjamás la vi`a vuelver a tocar. Te lo juro por éstas...¿Las otras que
dan vueltas sí?

-No, hijo; ésas tampoco. Es muy peligroso que lo hagas. Confía en mí, que ya lo entenderás
cuando seas más mayor.

-Cuando mhaga mayor a la mejor ya no me busta juegar con las pelotas, papi, ¿no crees?... Ara sí
me busta.

-Pero “ara”… -se contagió el adulto- Ahora no puede ser; no con esas pelotas; con ésas no. Pero
yo te voy a hacer unas pelotas de todos los colores y de todos los tamaños para que sí puedas jugar
con ellas todo lo que quieras, ¿vale?

-¡Vale, papi! Pero hácemelas ara mismo.

-¿Ahora?

-Sí, papi –Al chiquillo se le veía entusiasmado con la idea.
-Bueno –El padre hizo unos pases pretenciosamente mágicos con las manos por delante de la
cara del expectante niño-. Aquí las tienes, hijo –Y depositó en las manitas del niño, que aguardaba
ansiosamente, un puñado de pelotitas de diverso colorido y tamaño que él chiquillo se vio incapaz
de abarcar en ellas.

-¡Ah, cuántas…! Luego mhaces más, eh papi.

-De acuerdo, hijo mío.

Penetró nuevamente el adulto al interior, dejando al niño entretenido en sus juegos inocentes, y
fue hacia una estructura de forma esférica luminiscente en donde posó la bola que le entregara su
hijo, quedando ésta, como otras muchas, unas mayores y otras minúsculas, como flotando en el
medio iluminado, todas alrededor de una bola mayor que producía la luminosidad reinante en el
espacio circular.

Entró alguien.

-¡Dios!, qué sucede; te he oído dar algunas voces subidas de tono. ¿Estaba…? Bueno, eso no
importa.

-¡Mujer, no te imaginas lo que ha estado a punto de hacer tu hijo!...

-¡Y el tuyo! -le corrigió justamente ella.

-Sí, bueno. Tomó esta esfera sin percatarme yo de ello… y ¡señor! no quiero ni pensar en lo que
podía haber sucedido de haberla votado. Tendré que ver si ha ocasionado algún cataclismo al
haberla apretado entre sus manos.

-¿Qué esfera cogió? –preguntó la mujer.

-La Tierra, tu hijo Jesús estuvo a punto de echar a perder mi experimento de vida. Ya evaluaré los
daños que haya podido ocasionar a mis dinosaurios.

-Es sólo un niño, no puedes culparle. Seguro que cuando crezca será más cuidadoso con todo. Y
por otro lado, la culpa es tuya, por no saber guardar en seguro esos dichosos experimentos tuyos de
los demonios.

-De los demonios no, mujer.

La señora se persignó repetidamente, haciéndose cruces.

-Vale, perdona. Eso no.

-Te perdono. Pero el caso es que podría haber alterado el futuro, y… quién sabe, hasta él mismo
podría haber salido perjudicado.

-Lo que tenga que ser será –sentenció la mujer-. No creo que algo así vaya a costarle
la vida, ¿verdad? -Y la madre contempló con ojos amorosos a su amado infante, que arrojaba las
esferas lejos de sí con fuerza.

Dios miró con tristeza a su hijo Jesús, que continuaba jugando con sus recién estrenadas pelotas
de colorines.

Fin
*
"La Pelota" obtuvo el primer premio en el Concurso CPX del año 20...

Obra de José Ruiz DelAmor
*
***
*

No hay comentarios:

Publicar un comentario