sábado, 23 de julio de 2011

VOTOS MUERTOS

VOTOS MUERTOS


En la única ocasión en que actué como interventor en una mesa electoral en una elecciones a las alcaldías (creo que era el plato fuerte), y me parece que también para elegir los gobernantes autonómicos, pero el recuerdo está nebuloso, se dio un hecho harto curioso (que es el que me ocupa) y que no lo es tanto si conocemos el carácter del pueblo hispano, generalizado como luego se supo. En aquella mesa electoral, la mía, se dieron un número de votos por correo por encima de una cincuentena, además de otras muchas vicisitudes que podrían calificarse de irregulares; pero no es de estas últimas de las que trato. Bien, todos aquellos votos otorgaban su beneplácito a la candidatura presentada por A.P. (Alianza Popular), un número que sería determinante para que este partido obtuviera la alcaldía del lugar aposteriori. Muchos de aquellos votantes -por no decir todos: ya saben Vds. que es preciso acompañar fotocopia del carné de identidad al voto por correo-, y yo personalmente conocía al menos a dos de aquellos votantes: un matrimonio, tíos lejanos, pero a quienes tuve el honor de conducir hasta su última morada en la Tierra, bajo tierra, en el recinto del camposanto local, a los pies de una hermosa serranía de montañas que datan de la era jurásica, en donde crece la sabina y los caracoles serranos se deslizan mansamente por entre las peñas calcáreas plagadas de caracoles marinos fósiles... Creo que me estoy yendo por los cerros de Úbeda.

Bueno, Dios les tenga en su gloria y les dé salud para el negocio que tienen montado estos parientes lejanos -y tanto ahora- de cría de malvas. En el parco conocimiento que tengo de ellos debido al excaso trato me baso para quedar constancia de este asorto: ¡Estos parientes míos, señores interventores de mesa, señora presidenta del colegio electoral votada a dedo, este matrimonio, digo, ni muertos hubiesen votado a un partido político de la catadura y caradura de A.P.! Repito: ¡ni muertos!, que así pretenden hacerme creer que lo hicieron... pues están bien muertos.

En un principio, por lo caliente, yo también me día en pensar, al igual que los aparentemente directos perjudicados (léase aquí P.S.O.E.) por aquellos/estos irregulares votos que se trataba de juego sucio y pucherazo, un agravio con burla a la honradez del pueblo (¿o puebro?) soberano -¿ya no tenemos rey?-, pero más tarde hube de verme obligado a modificar esta primera impresión a tenor de un argumento optimista (es preciso meterse en el pensamiento del triunfador/ejecutor para tener/obtener la visión completa del conjunto de pensamiento para sojuzgar... Ya estamos liados otra vez. Corto.

El pensamiento conciliador es/fue el siguiente: ¿Puede haber mayor respeto por parte de un partido político hacia la voluntad de sus votantes que hasta a los que han fallecido les permite votar por él? Es un irrebatible aserto en el cual descubrimos la innegable grandeza de España: no se olvidan de los muertos, hay que seguir aprovechándose de ellos.

La impugnación de la mesa no sirvió ya que ninguno de los votantes por correo se presentó para corroborar algún tipo de manipulación. Malas lenguas afirman que se presentó uno tan despistado que hasta se le había olvidado morirse antes de emitir su voto por correo. Afortunadamente no fue difícil convencerle de su error, alguno no saben estar en ninguna situación.
*
Obra de José Ruiz DelAmor
*
***
*

No hay comentarios:

Publicar un comentario